—¿Melissa? —Mamá casi se atraganta con el aire—. ¿Estás seguro de que es Melissa?
—Sí. Estoy seguro —dije pacientemente.
—¡La conocí hace solo dos días! —exclamó Mamá.
—Atrapé a cinco de los bandidos. Les tendí una trampa y cayeron justo en ella —dije. Había asignado a una caballera para que actuara como ama de casa y otro caballero actuara como su marido. Abel, el hijo adoptivo del duque, también estaba allí. Él y yo usualmente hacíamos misiones juntos—. Los bandidos actuaron como si estuvieran bajo el efecto de algo.
—¿Drogas? —sugirió el Padre.
—¿Cómo iban a robar casas si estaban drogados? —dijo Mamá—. ¿Algo más? —me preguntó.
—Parecía como si estuvieran poseídos. ¿Suena raro? —Mamá intercambió una mirada con el Padre—. No. Continúa —le instó.