—Hola, Melissa —dije.
Melissa levantó la vista. Había un brillo lustroso en sus ojos. ¿Había estado llorando? No lo parecía.
—Vaya situación en la que estamos —dije y di un paso adelante—. ¿Con qué te amenazó Azul?
—Nadie me amenazó —dijo ella. Su voz era firme y clara. Pero realmente, para mí ella era una niña. Bueno, era mayor que yo físicamente ya que tenía veintiséis años y yo seguía teniendo veinticinco. Pero yo era mayor que ella mentalmente. Podía percibir cuando mentía.
—Por favor, querida, soy demasiado vieja para esto. ¿Por qué no repasamos esto de nuevo? ¿Cuándo te contactó Azul? El robo comenzó hace 46 días. ¿Fue justo antes de eso?
—No sé de quién habla, Su Majestad.
Miré de reojo a Demian. Se inclinó hacia mí y susurró en mi oreja:
—No está poseída. Ninguna traza de mana negro, excepto el tuyo y el mío, por supuesto.
Tenía razón. No había trazas de mana negro alrededor de Melissa. No estaba siendo controlada. Eso era lo que yo había sospechado de antemano.