Mientras se distraía de su conversación con Luna Michelle, los ojos de Talia se dirigieron al hombre guapo que estaba parado cerca con Alfa Christian, Comandante Jorge y Beta Caden.
Damon estaba en sus últimos cuarenta, pero no tenía ni un solo cabello gris y su físico era impresionante como siempre. En menos de un segundo, los ojos azul hielo de Damon se dirigieron hacia ella. Siempre podía sentir cuando su atención estaba en él.
—¿Sí, gatita? —la profunda voz de Damon sonó en la mente de Talia, haciéndola sonreír más ampliamente.
—Solo estaba pensando lo afortunada que soy de tenerte.
Él infló su pecho orgullosamente. No sabía por qué lo decía, pero no importaba. Que Talia lo elogiara nunca pasaría de moda. —El afortunado soy yo. Sin ti, nada de esto sería posible.