Ashton estaba de pie en la profunda sombra de un bosque conocido. Había estado allí muchas veces, pero no podía poner el dedo en la llaga.
Tomó una respiración profunda, inhalando el olor del bosque y de las flores silvestres. Ese era el olor que siempre le traía paz.
—¡Vamos, Ash!
Su cabeza se giró hacia la voz, y vio a Violeta en un prado, luciendo un vestido azul claro que hacía juego con sus ojos. Su largo cabello negro se mecía con la brisa y su sonrisa hacía cantar a su corazón.
No era una niña, sino una belleza de dieciocho años que lo miraba con amor y admiración, y él podía sentir el vínculo de pareja más fuerte que nunca. Ella sabía que eran compañeros, y no lo estaba rechazando.
¿Es esto un sueño? No importaba.
Ashton se movió hacia ella, y ella sonrió pícaramente antes de echarse a correr.
—¡Atrápame si puedes! —Ella rió entre dientes.
—Oh, te atraparé, está bien —gruñó él y activó las runas tatuadas que aumentaban su velocidad.