—¡Me pregunto si Liao Qing se enfurecería hasta morir si se entera de esto! Lo intentó todo pero fue en vano. Si no hubiera robado a Gun Gun, probablemente no habría tenido un accidente de coche. Realmente, la gente no debería tener segundas intenciones. De lo contrario, nadie sabe cómo les golpeará los problemas —dijo Lu Weijian.
Después de que Lu Weijian terminó de hablar, Lu Heting revisó todos los documentos.
Toda la información era precisa. Las imágenes de vigilancia y los testimonios de los testigos también se podían ver.
Solo entonces el pasado de Gun Gun salió a la luz.
En cuanto a los planes de Liao Qing, también se convertirían en una mota de polvo en la historia y ya no tendrían nada que ver con Lu Heting.
Una sonrisa apareció en los labios de Lu Heting. Presionó la punta de su lengua contra su mejilla y sonrió en paz. No sabía si a Su Bei le gustaría este regalo.
Cuando Su Bei llegó al estacionamiento del Grupo Lu, llamó a Lu Heting.
—No subiré. Baja.
—Está bien.