PARTE 1 [el comienzo]

mijaíl abrió los ojos lentamente, parpadeando ante la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de su pequeño apartamento en Moscú. "Otro día en el paraíso socialista", pensó con una sonrisa irónica. Se estiró perezosamente y revisó la hora: eran las 7 a. m., momento de prepararse para el trabajo.

Después de una ducha rápida y un desayuno ligero de pan negro y queso, mijaíl salió a la calle principal. A su alrededor, la ciudad comenzaba a despertar, con vecinos saludándose cordialmente al salir de sus idénticos apartamentos. Todos vestían ropa funcional pero cómoda de colores apagados, dando una apariencia de igualdad.

Al subirse al tren de alta velocidad, mijaíl sacó su tablet y revisó las noticias del día. No había novedades en el frente internacional; las relaciones seguían siendo pacíficas. Dentro del país, los informes se centraban en logros económicos y tecnológicos, aunque mijaíl albergaba sus propias dudas.

Al bajarse del tren, se encaminó con paso cansino hacia el enorme edificio gris que albergaba las oficinas del gobierno. Su trabajo como burócrata de nivel medio consistía principalmente en procesar papeleo y llenar formularios, tareas aburridas que se repetían día tras día sin variación.

Al entrar a su pequeña cubícula, lo recibió la pila habitual de expedientes que debía terminar antes del almuerzo. Suspirando, mijaíl se puso los lentes para leer la letra pequeña, sintiendo que su alma se escapaba por sus ojos a media mañana.

En el receso, fue a la cafetería gris junto a sus compañeros grises, intercambiando conversaciones triviales. Nadie se atrevía a cuestionar nada o traer temas controvertidos a la mesa. Mijaíl empezaba a sentir que se asfixiaba en esta existencia sin propósito.