El fin de la guerra I
Calendario Ancestral: Año 788 – Ubicación; Capital Imperial, distrito sur.
Aun no logro recodar cuál fue el comienzo de esta guerra, tampoco entiendo el cómo llegué a este lugar tan sombrío y desolador, rodeado de tanta… muerte. Con cada paso que daba, solo me encontraba con una innumerable cantidad de cadáveres, cuerpos que fueron despojados de sus vidas sin misericordia alguna, la sangre que fue derramada se cernía sobre las calles y manchaba las paredes, podía escuchar las súplicas de las personas quienes pedían piedad, los alaridos de dolor proveniente de los hombres y el llanto de cientos de mujeres y niños.
"¿Qué es lo que hago aquí…?".
Mi mente divagaba entre la ignorancia, absorto y con el cuerpo paralizado, mis ojos estaban borrosos e intentaban enfocarse nuevamente sin éxito alguno, la cabeza me daba vueltas y el cuerpo no respondía a mi voluntad, se sentía como si hubiera vuelto a aquel lugar tan terrorífico y ajeno a la realidad que conozco. Todo ese malestar se esfumo en cuanto una voz conocida me saco del trance en el que estaba metido.
—¡Morgan!, ¡Hazte aún lado!
Mi tiempo volvió a ponerse en marcha y logre recuperar mi visión, pude distinguir una jabalina la cual venía en mi dirección, tomé una bocanada de aire provocando que mi corazón bombeara sangre a cada parte de mi cuerpo, pudiendo de esa manera reaccionar a tiempo. La jabalina había pasado a centímetros escasos de mi cabeza.
"Por poco…".
Me recompuse tan rápido como me fue posible, observando frente a mí a tres soldados con el emblema del cuervo en sus armaduras, los primeros dos en frente contaban con armamento de combate cercano, detrás de ellos estaba un ballestero listo para disparar. Sin pensárselo dos veces arremetieron contra mí. Soy consciente de que, si no los mato yo primero, ellos me matarán a mí.
"No desesperes y tampoco dudes. Si no eres tú… ¡Entonces serán ellos!".
Me aferré a la empuñadura de mi mandoble y me lancé hacia el frente, el primer atacante había levantado su espada con una clara intención, pero su ataque era demasiado predecible, así que lo esquivé sin mucha dificultad y en un movimiento ágil lo decapité con un corte certero.
"Uno menos".
El segundo atacante se aproximaba en línea recta con una lanza apuntando al frente, antes de que se acercará más a mí, tomé el cuerpo de su compañero decapitado para utilizarlo como escudo.
—¡Desgraciado!
La estocada perforó el cuerpo sin vida de su compañero, el soldado, aun sorprendido, intentó sacar su lanza sin éxito, se vio obligado a desenfundar su espada, pero antes de que pudiera lograrlo, le clave mi mandoble en el estómago y al sacarlo sus vísceras se volcaron en el suelo mientras este gritaba horrorizado.
"Dos menos".
—¡Tyrel!
Lleve mi vista al frente, de donde provenía ese grito de horror, era el ballestero, el cual estaba aterrorizado ante la escena que estaba presenciando, mire al hombre que yacía sin vida a un lado mío.
—¿Era tu compañero?
Luego devolví mi vista al muchacho, el cual se asustó al verme a los ojos. Con sus manos temblorosas, apunto su ballesta hacia mí y disparo la flecha. Tan solo tuve que mover mi brazo para que la flecha sea desviada por mis brazaletes de acero. Su mirada de sorpresa lo decía todo.
—¡Aléjate de mí!
El joven intentó sacar otra flecha, pero antes de que lo hiciera, tome la lanza del cadáver de su compañero, y se la arroje atravesando su cuello de lado a lado. Este cayó de rodillas, con su mirada desesperada y sus manos agitadas, busco alguna forma de salvarse, pero su muerte era inevitable.
—Tardaste demasiado…
Seguí mi camino, dejando de lado al joven, ignorando sus quejidos y arcadas, las cuales expulsaban sangre de a montón. Dejando que su vida se extinga de una vez por todas.
"Tres menos, creo que fueron todos…".
Me aseguré de observar mis alrededores para comprobar que no hubiera más enemigos, saliendo desde las cenizas, logré divisar una figura muy familiar. Aquella figura, la cual me advirtió del inminente peligro de hace unos momentos, un cuerpo alto y robusto, protegido por una gruesa armadura de acero y acompañado por un enorme escudo de hierro. ¿Su armamento? Un peculiar martillo de mano, el cual sería capaz de aplastar un cráneo con mucha facilidad.
—¡Morgan! ¿Te encuentras bien?
Con una sonrisa en mi rostro, asentí para confirmarle mi estado, aunque aún seguía agitado debido al reciente combate que tuve. Me acerqué hasta quedar frente a mi compañero de guerra, con el cual había luchado codo a codo hasta el día de hoy.
—Diego, me alegro de verte.
"Si no me hubiese advertido, no estaríamos teniendo esta conversación ahora mismo".
—¡Nada de me alegro de verte!, ¡Casi te matan!, ¡¿En qué demonios estabas pensando?!
Mire al suelo apenado, no podría darle una respuesta clara, ni yo mismo comprendía que fue lo que me paso, muchas cosas pasaron por mi cabeza en ese momento.
—Yo… no lo se.
Un estruendoso sonido nos interrumpió, eran las enormes rocas que colisionaban contra las torres de la capital. La gigantesca puerta reforzada que nos negaba el paso a las afueras del Castillo del cuervo negro, fue destruida por completo. El indomable rugir de nuestros guerreros era implacable, provocando que el enemigo retrocediera al interior del castillo entre gritos de cobardía y frustración.
—Juzgué de mala manera a los juguetes de Okasendai. Son más útiles de lo que creía.
Diego acarició su bigote con satisfacción. Cruzamos miradas y este me mostró una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Qué dices Morgan?
Le mostré una leve sonrisa y asentí ante su pregunta.
—Estoy de acuerdo, los fundíbulos que Naoki nos proporcionó están siendo de gran ayuda.
Reunimos a las tropas que estaban dispersas por el lugar, separé a mis hombres del resto, podía identificarlos con facilidad al ver el emblema de Frostland en sus escudos y armaduras. Luego de reunir por completo a mis hombres, fui informado que un mensajero perteneciente a la nación de Carlot, había llegado con un mensaje de mucha importancia.
—¡Rey Morgan! ¡Traigo un mensaje que fue enviado por el rey Alaric!
"¡¿Alaric?!".
Tanto Diego como yo nos acercamos al mensajero.
—De acuerdo. Suéltalo chico.
El mensajero vestía una armadura bastante ligera, de esta manera no dificultaría el movimiento y la velocidad de su corcel. En su pecho era visible el emblema de la familia Rowland, el cual era representado con un águila. El muchacho se puso firme y me miro a los ojos.
—¡Claro majestad!
Este tocio un poco para aclarar su garganta y habló.
—Alaric me encargó que les informará sobre el reciente asedio al Castillo del cuervo gris.
Con atención y nervios escuchamos con cuidado.
—El asedio fue un rotundo éxito, todos los enemigos fueron eliminados sin excepciones. También dice que comiencen la incursión lo más rápido posible.
No pude evitar esbozar una sonrisa de alivio al escuchar sus palabras, las cosas estaban saliendo según todo lo planeado en la reunión de Asen Gard.
"Parece que ese tipo sí cumplió su parte del plan".
—Gracias por informarme, dile que…
Diego puso su mano frente a mí, interrumpiendo mi respuesta.
—Si lo que dices es cierto… ¿Qué está haciendo Alaric que aún no se encuentra aquí?
Diego cuestionó el informe del mensajero, mirándolo con el ceño fruncido, este espanto al pobre muchacho quien trago saliva y comenzó a sudar.
—¡Responde chico!
—¡Él dijo que se encargaría de frenar el acceso de Asdoran a la capital!
Luego de corroborar la información, Diego se acercó a mi lado y dio un suspiro.
—Asdoran ¿Eh? Debo reconocerlo, no esperaba mucho de esos enclenques enriquecidos, pero he de admitir que me sorprendieron en la batalla del Iravid. Esos sujetos por fin aprendieron a manejar un arma como es debido.
Aunque Diego parecía despreocupado, por mi parte, aún no llegaba a comprender como todo marchaba tan fácil. "Aunque Asdoran está siendo retenida, ¿qué sucede con las demás naciones aliadas al imperio?".
Al mirarlo de nuevo intenté sacarle más información, toda la que me fuera posible.
—¿Qué me dices de las naciones restantes? Hablo de Estamriad, Midiryan e Izyeda.
Este puso su mano en su mentón, intentando recordar con claridad.
—Lo último me fue informado es que Estamriad retiró a sus tropas al mar Dracónico, luego de haber perdido contra Okasendai en una batalla naval. Lo más seguro es que vuelvan a sus tierras y abandonen el pacto imperial.
El mensajero tocó su sien intentando recordar algo más que fuera de utilidad.
—También supe que Quinared fracaso en la retención de la puerta norte. Fueron totalmente arrasados por las tropas de Izyeda, por lo que su ingreso a la capital es inminente.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escucharlo.
—¡¿Qué?! ¡¿Estás seguro de lo que dices?!
Tome por los hombros al muchacho, lo que lo tomó desprevenido, desconcertado y un poco asustado, este asintió repetidamente. Volteé mi mirada a Diego, el cual me miraba con preocupación.
"Esto es malo, si los Izyanienses llegan hasta nuestra posición, estaremos acabados…".
—Gracias muchacho… vete antes de que las cosas se compliquen.
—¡Sí!, ¡Con su permiso!
Este se alejó hasta llegar a su caballo, al cual montó para luego galopar con rapidez en dirección a la zona sur de la capital del imperio. Sin perder más tiempo, le hice un gesto a Diego para que caminara junto a mí.
—Debemos idear un plan lo más rápido que podamos, no debemos dejar que nos tomen por sorpresa.
—De acuerdo.
Poniendo orden en las filas, reunimos a los generales y estrategas que se encontraban entre nuestras tropas. Nos encontrábamos viendo como Urlim Nafaris, el general de guerra y estratega militar de Diego, hacía un posible plan en un mapa de la capital. Todos teníamos gran fe en él, ya que, en sus cuarenta y dos años de servicio, solo ha perdido una batalla dirigiendo los ejércitos de Diego. Era un planificador tenaz.
Urlim aseguro que seríamos capaces de resistir el ataque y mantenerlos a raya hasta que Okasendai llegara con su infantería hasta nuestra posición, era lo más razonable que podíamos hacer. Pero Diego no se encontraba conforme en lo absoluto.
—¡Deben estar bromeando! ¡Aldur está dentro del castillo, podríamos matarle antes de que Izyeda llegue!
Diego quería poner un punto y aparte a esta guerra, pero sus decisiones no eran del todo coherentes, aunque llevemos la ventaja, no podemos darnos el lujo de cometer un error que termine con la huida de Aldur.
—¡Pero majestad!, ¡No disponemos de tantos soldados como para asediar el castillo y mantener una buena defensa!
Nafaris quería hacerlo entrar en razón, pero Diego seguía sin escucharle, no me quedaba más remedio que también intentar involucrarlo en la defensa.
—¡¿Incluso tu Urlim?! ¡¿Es que nadie en este puto lugar tiene ganas de acabar con esta guerra?!
Tome el hombro de Diego para intentar calmarlo, desalentar a nuestras tropas era lo peor que podía hacer en este momento, no permitiría que su capricho intercediera con nuestras posibilidades de victoria.
—¡Morgan! Tú lo entiendes ¿No es cierto?
—Diego…
Casi nunca le llevaba la contra debido a su intenso carácter y sus reacciones agresivas, pero en este momento no tenía opción.
—Urlim tiene la razón, no podemos concentrarnos en el ataque, si al mismo tiempo nos están masacrando por la retaguardia. La decisión ya fue tomada, espero que lo entiendas…
Diego me miró con decepción, podía notar la frustración y enojo a través de sus ojos, este apretó su puño para luego dejar salir una risa nerviosa.
—Ya veo… conque así serán las cosas...
Este apartó mi mano de su hombro con brusquedad, para luego tomar su martillo y acercarse a unos escombros cercanos.
—¡ROAHH!
Enfurecido, Diego golpeó con su martillo el enorme escombro, provocando que se rompiera en mil pedazos. Algunos le miraron con indiferencia, otros con temor, pero tanto Urlim como yo comprendemos la causa de tal resentimiento e irá.
—Diego…
Este se paró frente a mí, mirándome con seriedad y mostrando sus dientes, como si fuese un oso enfurecido, esperando que su presa se resista para destrozarla.
—Haremos lo que dice Urlim, pero luego seguirán mis órdenes… ¿Quedo claro?
"Es mejor hacer lo que dice, no va a desistir por más que lo intente".
—De acuerdo. Si eso logra que dejes de comportarte como un imbécil.
Me separé de él para dirigirme hacia mis tropas, pero la fuerte carcajada de Diego hizo que volteara mi mirada hacia él.
—¡No importa cuánto lo intenté… jamás te haré temblar! ¡¿Verdad Bromont?!
Solté una leve risilla ante lo que dijo, así que le respondí para aligerar la pequeña pelea que tuvimos.
—¡Te conozco lo suficiente! ¡No golpearías a tu mejor amigo, no importa cuánto lo desees!
—¡Me subestimas!
—¡Quizás lo haga!
Volví junto a mis tropas, cada hombre aquí presente me seguía por una razón, algunos por fama y dinero, otros por sus seres queridos y también para valerse a sí mismos, pero la mayoría lo hacía por lealtad. Servían a mi causa con fervor y valentía. Mientras continuaba caminando, pude escuchar el bullicio entre las tropas de Diego, se escuchaban como silbidos y balbuceos.
"¿Qué es lo que sucede?".
Me dirigí hacia el lugar, hasta llegar a la causa del alboroto.
—¡Este no es un sitio para críos!
—¡¿Quién trajo a una niña aquí?!
—¡Pero miren esa belleza!
Pude ver como una joven muchacha se acercaba a mi dirección, algunos de mis hombres se pusieron frente a ella y le cerraron el paso, esta chasqueo su lengua con molestia.
—Aun lado, vengo a ver a Morgan Bromont.
Estos no hicieron caso a su petición, por lo que me acerqué para decirles que la dejasen pasar.
—¡Déjenla pasar!
Obedeciendo a mis órdenes, los soldados le abrieron el paso y al acercarse pude apreciar mejor su apariencia, es muy joven, aparenta no tener más de quince años y también viste una armadura un poco inusual, pues tenía todo el cuerpo cubierto por placas de acero, a excepción de sus brazos y su cabeza. Tiene una digna apariencia para ser una dama noble, cabello largo de color azul oscuro, ojos color ámbar, rasgos femeninos bastante refinados y también un característico lunar debajo de su labio inferior izquierdo.
—Rey Morgan, me honra estar ante su presencia.
La joven se arrodillo frente a mí, apoyando su puño en el suelo y bajando su cabeza, sabía que esa era la forma en la que los Carlotienses presentaban su respeto al soberano, pero… ¿No es un poco exagerado la forma de hacerlo? Pareciera estar sometida.
—Esto… ¿Quién se supone que eres…?
—¡¿Qué hace una niña aquí?! ¡¿Por qué la dejaron pasar?!
La joven, quien estaba algo nerviosa debido a los reclamos de Diego, sacó una carta la cual me entregó en mano, la tome algo desconcertado.
—¿Qué se supone que es esto?
La joven solo guardó silencio, manteniendo una posición firme, expectante y paciente.
—Diego, el sello de la carta… es de Alaric.
Miré el sello con detenimiento y abrí la carta para luego leer el contenido;
"Morgan, he sido capaz de predecir el reciente imprevisto que te surgió en medio del asedio. Quinared fallo en la contención de la puerta norte, dejando el acceso a los Izyanienses y por ende no han de faltar minutos para que lleguen hacia ustedes, así que decidí darte una mano con ese problema.
Te envió a mi posesión más valiosa, la chica la cual te entregó esta carta, junto a un pelotón de quinientos soldados Carlotienses de elite, deberían ser más que suficiente para ayudarles.
No pierdas más el tiempo y deja que la chica se encargue de todo, concentra toda tu atención en el asedio y en el bastardo que se encuentra escondido en el castillo"
Al finalizar de leer la carta, el silencio reinó por unos segundos en el lugar, era incómodo y pesado, pero Diego lo rompió al instante.
—¡Debes estar bromeando! ¡¿Enviar a una mocosa como refuerzo?! ¡Alaric está demente!
—Mi señor Diego…
La joven quien aún se hallaba arrodillada, dirigió su mirada de indiferencia hacia Diego.
—Sé que debe parecer una locura el enviar a alguien de mi edad… pero les imploro confiar en mi padre, el más que nadie sabe de lo que soy capaz.
Cruce miradas con Diego, este tenía una expresión incredulidad, no era difícil saber qué pasaba por su cabeza en este momento.
"Alaric es alguien inteligente, no sería tan estúpido como para enviar a una batalla a alguien desarmado… pero entonces. ¿Por qué esta chica no tiene ni siquiera un escudo o espada consigo?".
Aun sin procesar bien lo que estaba pasando, las palabras que la chica dijo con anterioridad, retumbaron en mi mente "Les imploro confiar en mi padre…".
—Tu… ¿Acabas de llamarlo padre?
Ella me miro a los ojos y con nervios asintió con firmeza, trague saliva con dificultad, rogaba con todas mis fuerzas que fuera un error mío.
—¿Cuál es tu nombre?
Más no fue así…
—Mi nombre, es Alice Rowland. Primogénita del rey Alaric Rowland.
Me quedé petrificado ante su respuesta, lo que no quería creer, ella me lo había confirmado.
"¡Qué maldita locura! ¡¿Enviar a su propia hija a una batalla?! ¡¿Acaso Alaric perdió la razón?!".
—…
Observe a Diego quien solo se dio media vuelta sin decir una palabra. Estaba claro que no estaba de acuerdo con la propuesta de Alaric.
—Majestad…
Ella seguía en la misma posición, esperando mi respuesta con un poco de sudor en su frente, pero yo no tenía ninguna intención de dejarla correr peligro.
—Escucha niña… aunque sea tu padre quien lo pida, simplemente no puedo permitirlo…
Su rostro se desesperó un poco, pero no perdió su compostura.
—¡Rey Morgan! ¡Se lo pido por favor! Esta es mi oportunidad para mostrarle a Archanóx todo mi potencial. Considérelo de nuevo, se lo suplico.
Su petición fue demandante, al mirar a sus ojos fui capaz de contemplar un gran poder el cual irradiaba de su cuerpo. Su aura de combate era tenue, pero sabía muy bien que estaba conteniendo todo su poder, ella estaba impaciente y quería liberar toda esa energía acumulada.
"Ya he visto esto antes… es como ella…".
—Niña yo…
—He escuchado sobre sus hazañas, todo Archanóx las conoce. Como la vez que ganó la mano de la reina Theresia, al vencer a su padre, Magnus Croire o "El verdugo" que es como le apodaban.
—Chica por favor…
—O como esa vez en la que le plantó cara a Joel, uno de los belicistas más poderosos de Archanóx.
"Esta niña… es muy terca".
—Solo fui capaz distraerle, todo el mundo sabe que Saori Kimura derrotó a Joel.
—¡Aun así! ¡Usted peleó contra un enemigo formidable!
Guardé silencio, no quería tocar temas del pasado, tan solo negué con mi cabeza en respuesta.
—Lo siento niña… pero debo decir que no.
Me di media vuelta para retirarme del lugar, pero al dar un paso mi muñeca fue tomada con fuerza, la suficiente como para detenerme en seco, quedé sorprendido ante tal agarre.
"Fue capaz de detenerme sin esfuerzo… que fuerza tan increíble…".
—¡Le suplico! ¡Que deposite su confianza en mí!
Debido a ese acto de osadía, uno de mis soldados se acercó posando su lanza detrás de ella.
—¡Mocosa impertinente! ¡Cómo te atreves a desobedecer al rey Morgan!
Levanté mi mano para que este se detenga, el soldado dejo salir un bufido y apartó su lanza sin dejar de observarla.
"Esto no está bien…".
Mire hacia el cielo, admirando las pocas nubes que había. Lo demás era opacado por las cenizas de la ciudad. Tenía miedo de tomar una decisión de la cual pueda arrepentirme después, lo único que me quedaba es confiar en las palabras de Alaric.
"Me pones en serios problemas Alaric".
Suspire con resignación, no sabía si lo que estaba por hacer sería lo correcto, pero al mirar de nuevo los ojos de la chica, volví a sentir ese escalofrío. Ella poseía un gran poder, su sola presencia era como la de un tifón errante.
"Espero que Samahín pueda perdonarme por esta decisión".
—De acuerdo.
La joven, desconcertada, abrió sus ojos como los de un búho, no parecía creer en mis palabras.
—Usted… ¿Me lo permitió…?
Asentí con firmeza.
—Te cedo el mando de la retaguardia y pongo mi vida y la de mis hombres en tus manos.
Ella sonrió aún incrédula, posó la palma de su mano en su ojo derecho. Apartando unas lágrimas que salían de sus ojos, ella se puso firme y esbozando una gran sonrisa hablo.
—¡Le prometo que no se arrepentirá!
—Espero no hacerlo.
Ella se dio media vuelta y comenzó a abandonar el lugar, los soldados bajo su mando la siguieron de igual manera, antes de que se fuera le llame por última vez.
—¡Alice!
Ella me miró de reojo con algo de confusión.
—¿Qué sucede majestad?
Fruncí mi ceño, y le apunté con mi dedo índice.
—¡Te prohíbo morir! ¡¿Entendido?!
Alice me miró con brillo en sus ojos, posó su mano en su pecho y me respondió.
—¡A sus órdenes majestad!
Finalmente, ella abandonó el lugar, con su pelotón de soldados siguiéndole detrás, yendo hacia el norte de la capital del imperio, para interceptar y enfrentar a la armada de Izyeda.
"En verdad… espero no arrepentirme de esta decisión".
Informé a Diego sobre la decisión que tomé, este se quejó y no parecía convencido en lo absoluto, no obstante, no podíamos quedarnos a comprobar si funcionaria o no, pusimos en marcha los preparativos para el asedio, sitiando por completo el castillo, la última puerta que nos separa del emperador de los diez reinos. El tirano Aldur Blackstone.
—¡A cubierto!
El asedio había dado comienzo, las letales flechas caían sobre los soldados del norte, atravesando tanto sus armaduras como escudos. Nos encontrábamos atrincherados detrás de las pilas de cadáveres, era desagradable, extremidades cortadas, cuerpos incrustados con cientos de flechas. Era desalentador.
—¡Traigan el Ariete!
Acatando las órdenes de Diego, nuestros hombres empujaron con fuerza un Ariete de hierro. Esta máquina de asedio podía resguardar a nuestros hombres debido a que las placas de madera evitaban el paso de las flechas por encima.
Desde la lejanía, los fundíbulos impactaron contra las torres de arqueros y las balistas que defendían con esfuerzo y tenacidad la entrada principal.
—¡Fuego enemigo!
Desde pequeños huecos en las torres del castillo, eran disparadas flechas en los flancos débiles del ariete, masacrando a varios de nuestros hombres en el proceso. Era una total masacre, podía sentirse el olor a podredumbre en el lugar. Diego se acercó a mí, quedando conmigo detrás de la pila de cadáveres.
—Esos bastardos no dejarán que nos acerquemos.
—Es obvio que no lo dejarían tan fácil…
"Esos arqueros serán un problema… a menos que…"
—¡Ordena a tus soldados empujar a ese ariete!
—¡De acuerdo! ¿Pero qué se supone que harás tú?
Tome uno de los muchos escudos que había en el suelo, seguramente fue de alguno de los cadáveres que había en el lugar, pero no tenía tiempo de sentirme mal por robarle a un muerto.
—Me encargaré de proteger a tus hombres.
—Si ese es el caso, yo mismo ayudaré en el Ariete. ¡Andando!
Los soldados Proganienses llegaron al ariete, sacaron a sus caídos y remplazaron su lugar, comenzaron a empujar la maquinaria de asedio y nuevamente tomo su rumbo hacia la puerta.
—¡Soldados! ¡Conmigo!
Logre reunir una buena cantidad de hombres, rodeamos por completo el ariete moviéndonos en sincronía a la velocidad de este. Una innumerable cantidad de flechas habían sido disparadas hacia nosotros, pero antes de que eso ocurriera inicie mi plan.
—¡Muro de escudos!
Juntando hombro con hombro y escudo con escudo, cerramos completamente cualquier posible abertura. Resistimos el ataque de las flechas que caían sobre nosotros como una lluvia pesada.
—¡Funciona! ¡Continúen avanzando!
Las flechas seguían llegando y esta vez acompañadas con rocas, que eran lanzadas desde lo más alto del castillo. Destrozando un poco la formación del muro y permitiendo que nuestros soldados sean acertados por las flechas.
—¡Empujen! ¡Con fuerza!
Los mismos soldados se alentaban unos a otros, las tácticas militares del norte eran eficientes junto a la maquinaria de asedio. Cuando un hombre moría, otro tomaba su lugar, no había sitio para el miedo, tampoco para la duda, continuamos avanzando.
—¡Falta poco! ¡Sigan avanzando!
El ariete llegó a chocar contra la puerta, aun manteniendo el muro de escudos, dimos el tiempo suficiente para que los soldados de Progan jalaran con fuerza el ariete, dando así el primer golpe a la puerta.
—¡Golpeen!
El retumbar de la puerta era estruendoso, fragmentándose con cada golpe, dejando ver por las grietas de la endurecida madera, a cientos de soldados imperiales, aterrorizados y esperando con amargura nuestro inevitable ingreso.
—¡Cada golpe! ¡Nos acerca más a nuestra victoria!
Tras cada golpe, Diego aumentaba la euforia de los hombres.
—¡Que tiemblen! ¡Que recuerden todo lo que han provocado!
Nuestros soldados mostraban sus dientes con furia, insultaban con rabia y mostraban sus espadas detrás de las grietas.
—¡LOS MATARÉ A TODOS BASTARDOS!
—¡DERRAMAREMOS SU SANGRE EN ESTE LUGAR!
—¡PAGARÁN CON SUS VIDAS!
Diego había despertado la sed de sangre de los soldados, les había recordado las décadas de dolor y sufrimiento, amargura y tristeza, resentimiento eterno. Provocando que, en un último golpe, la puerta sea totalmente destruida, dejando abierto el paso.
—¡Acaben con ellos!
Ingresaron con un fervor sin igual, gritando y asesinando, derramando la sangre de cada enemigo como si fuera el vino más dulce y embriagador. Soldado, guardia, hechicero, capitán o general, todo les daba igual, no se salvaría ninguno de la carnicería que había dentro.
—¡Bien hecho soldados! ¡Quedan más enemigos dentro del castillo y la sala del trono no está muy lejos! ¡En marcha!
Diego se acercó a mí con una sonrisa en su rostro.
—¡Lo estamos logrando, Morgan! Pronto todo acabará. Solo queda acabar con la vida de ese miserable.
Asentí algo nervioso, faltaba poco para el enfrentamiento contra Aldur, conozco las habilidades que este posee, su esgrima es tan refinada y perfecta, comparable a la de Reginald Diamond. Sin contar sus poderosas técnicas y su aura de combate que controla a la perfección… es alguien temible. Le doy las gracias a los dioses, que ese tipo no tenga en su arsenal una habilidad tan poderosa como lo es la soberanía de guerra.
—Estoy asustado Diego…
"Quiero que todo acabe de una vez".
—Tan solo deseo volver a casa…
—Lo harás, amigo mío. Todos lo haremos.
Diego se movilizó junto a sus hombres de inmediato al interior del castillo. A pesar de que le dije de planear el último asalto, este me ignoro y se marchó sin más, mis hombres estaban cansados, les ordene descansar cinco minutos antes de continuar, deseaba que cada uno de ellos volviera a casa con sus familias.
"Theresia… ya falta poco".
Bebiendo agua desde mi cantimplora, aproveche para remojar mi rostro y cabello, el calor en esta parte del continente era algo a lo que no estaba acostumbrado. Mi reinado estaba ubicado al norte del mundo, en las frías tierras de Frostland donde gobernaba la ciudad de Velo invernal y donde pronto volvería con mi esposa.
"Es hora…".
—¡Mis guerreros! ¡De pie y en formación!
Acatando mis órdenes en un abrir y cerrar de ojos, tenía ante mí a cientos de soldados preparados y esperando mis órdenes. Me veían con orgullo y dedicación, clave mi espada en el suelo, tomando el pomo con ambas manos.
—¡Mis valientes soldados! ¡Quiero decirles que estoy orgulloso de cada uno de ustedes!
Aclare mi garganta para aumentar la fuerza de mis palabras.
—¡Y también con cada hombre y mujer de Frostland que cayeron en esta guerra! ¡Jamás nos devolverán a nuestros hermanos e hijos caídos! ¡Pero ellos seguirán vivos en nuestros corazones y en nuestra memoria!
Levante mi mandoble con mi mano derecha, posando su filo por encima de mi cabeza.
—¡Fuimos testigos de cada guerrero del norte que derramó su sangre para acabar con esta guerra!
"Fuimos testigos de cada uno de ellos".
—¡Hagamos que todo Archanóx recuerde este día! ¡Como aquel en el que la alianza del norte! ¡Acabo con la guerra que azotó al continente por cientos de años!
Podía escuchar los escandalosos gritos de guerra y los cuernos de batalla siendo tocados con una fuerza descomunal y a todo pulmón.
—¡Que recuerden por siempre! ¡A los honorables guerreros Sendianos!
—¡¡GLORIA A OKASENDAI!!
—¡Que recuerden la valentía de los guerreros de Proganienses!
—¡¡GLORIA A PROGAN!!
—¡Que en sus mentes queden grabados los numerosos ejércitos de los Carlotienses!
—¡¡GLORIA A CARLOT!!
—¡Y la fuerza y ferocidad de los de Frostdianos!
—¡¡GLORIA A FROSTLAND!! ¡¡GLORIA A ARCHANÓX!!
El rugir de los hombres era ensordecedor, abrumador y alentador. Todos ellos levantaban sus armas por una causa en común. Y esa causa terminaría hoy.
—¡En nombre de los dioses! ¡Terminemos con esto!
Marche con mis soldados al interior del castillo, todos ellos con su moral alta e impacientes por matar a sus enemigos. El asalto final había dado comienzo.
En el transcurso del asedio me encontré con los soldados de Progan, quienes estaban en una lucha encarnizada con las tropas imperiales restantes del castillo. Podía observar cómo los hechiceros enemigos conjuraban grandes cantidades de proyectiles, estos estaban formados por distintos elementos como el hielo, el fuego o la tierra, eran descargadas sobre las tropas de Diego, quienes estaban resistiendo todo lo que pudiesen.
—¡Prepárense para el combate!
Con sus armas en mano mis soldados se unieron a la batalla, tratando de reemplazar las filas de nuestros hermanos del norte y ayudando a los heridos a retirarse. Las lanzas y espadas atravesaban la carne y hueso de nuestros enemigos. Los proyectiles se incrustaron en las cabezas o espaldas de los nuestros. El rojo de la sangre se extendía como si fuera un arroyo por los pisos del pasillo.
—¡Majestad!
—¡Urlim! ¡Repliega a tus soldados!
Obedeciendo mis órdenes. Urlim retiró a sus hombres del frente para no estorbar a mis soldados, pudiendo retomar la delantera, para nuestra desgracia, los proyectiles seguían llegando, debíamos hacer algo respecto con los hechiceros imperiales.
—¡Arqueros! ¡Apuntar a los hechiceros!
Las flechas fueron dirigidas a estos, pero estos utilizaron sus dones en el dominio del maná, para cubrirse con un escudo de agua. Que, al entrar en contacto con las flechas, las detenía sin esfuerzo.
—Mierda…
"Las flechas no funcionarán".
Me adentré en la fila donde el combate seguía reñido, mis hombres caían al suelo con heridas y muchos otros lo hacían sin vida. No podía seguir aguantando el perder a más hermanos de Frostland.
"Tenía pensado reservar mi maná para Aldur… pero no tengo más opción".
Levanté mi espada hacia arriba y apreté mi agarre. Respire profundamente, dejando que mi maná fluya por todo mi cuerpo, hasta concentrarse en mis manos y fluir hacia mi mandoble.
—¡Técnica de combate! ¡Estilo del norte!
Deje caer mi espadón con fuerza hacia las filas enemigas.
—¡Descenso polar!
Emanando una fuerte onda de choque, mi espada provocó que los escudos enemigos sean
empujados hacia atrás, además de algunos ser congelados en el proceso, rompiendo su muro y dejando expuestos a sus lanceros y arqueros. Urlim vio la oportunidad y comandó el ataque al frente de inmediato.
—¡Avancen!
Pudimos atravesar las filas de los imperiales matando a muchos enemigos en el proceso, algunos de ellos tiraron sus armas y comenzaron a correr. Otros lucharon hasta el amargo final de sus vidas. Pero aún quedaba un problema más, la barrera mágica que protegía a los hechiceros.
"Solo quedan ustedes".
Urlim se acercó aún lado de mí.
—¿Algún plan Urlim?
Lo miré de reojo, este solo asintió.
—Si queremos matarlos, primero debemos hacer algo con la barrera.
Este tocó su enorme barba, pensando en que podría hacer ceder esa barrera.
—¡Oh! ¡Lo tengo!
—¿Qué tienes en mente?
—La barrera sigue siendo de agua. Si generamos un cambio en su elemento… podríamos hacer que está ceda.
"Ya veo… tiene sentido".
Observe la espada de Urlim, la cual estaba forjada con acero oscuro, uno de los metales más caros y resistentes de Archanóx.
—Urlim, préstame tu espada.
Este me miro algo desconcertado ante mi petición.
—Claro… ¿Pero para qué la necesitas?
"Creo que puede llegar a resultar".
Al tomar la espada en mi mano, la imbuí con maná para luego apuntarle a la barrera de agua.
—Técnica elemental de hielo… hoja escarchada.
La hoja de la espada se congeló por completo, la arrojé con precisión y fuerza hacia la barrera.
—¡Morgan! ¡Qué has hecho!
—Luego haré que forjen otra para ti.
La espada llegó a impactar a la barrera, esto provoco que se congelara por completo, dejando una fina capa de hielo, la cual no oponía mucha resistencia.
—¡Arqueros! ¡Arrásenlos!
Obedeciendo mis órdenes, los arqueros dejaron llover una gran cantidad de flechas sobre los hechiceros. Estas atravesaron el hielo, rompiéndolo en miles de pequeños fragmentos y matando hasta el último de estos expertos en el ámbito mágico.
—Al parecer dio resultado, pero la espada no soportó el nivel de la técnica… perdóname, por eso Urlim.
—Mi… mi espada…
Uno de los problemas fue resuelto, para desgracia nuestra, las guarniciones del castillo hicieron presencia. Estos venían como última defensa restante. Podríamos resistirlos sin problemas. Pero algo me llamaba más la atención.
—¡Urlim! ¿Dónde se encuentra Diego?
—¡Le insistí que no se apresurara! ¡Pero no me escucho y se fue directamente al salón del trono! ¡Seguramente este por enfrentarse a Aldur!
Al escuchar sus declaraciones, mi preocupación ascendió por los aires. Apreté mi puño con molestia.
"¡Maldición Diego! ¡Porque eres tan imprudente!".
—¡Nafaris! ¡Dejo a mis hombres a tu cargo! ¡Iré a ayudar a Diego!
—¡Por supuesto! ¡Y buena suerte!
Dejándole el mando de mis soldados. Cruce por el enorme pasillo del castillo, yendo directamente hacia el gran salón del trono, para apoyar en la batalla a Diego. Aldur no sería un oponente fácil de vencer, fue capaz de arrasar con grandes guerreros en el pasado.
"Saori… amiga mía, hoy haremos justicia en tu nombre".
—¡Resiste Diego! ¡Estoy en camino!
Mientras el Castillo cuervo negro era asediado por parte de Morgan y Diego. En el distrito norte de la ciudad, se podía contar las pilas de innumerables cadáveres siendo quemados por los soldados de Carlot. Estos cadáveres pertenecían a la nación de Izyeda.
—¡Por favor! ¡Tengan piedad!
Algunos sobrevivientes clamaban por su vida a sus captores, muchos fueron capturados, y formados en fila recta esperando a que decidan sus destinos.
—¡Llévenos como prisioneros si lo desean, pero no nos hagan daño!
Los Carlotienses de armadura de hierro se miraban entre sí, sin saber qué hacer al respecto.
—¿Qué haremos con ellos?
—Se han rendido… ya no tiene sentido derramar más sangre.
Los prisioneros habían pegado un suspiro de alivio, pareciera que lograrían salir con vida del lugar.
—Muchas gracias…
Al terminar de decir estas últimas palabras, la frente del prisionero fue atravesada por una lanza, los soldados, aún impactados, miraron al causante con molestia y desaprobación.
—¿¡Qué crees que haces!? ¡Ya se había rendido!
El causante poseía una lanza de tres filos en forma de cruz, su apariencia era curiosa, cabello corto y ojos de color anaranjados. Junto a una expresión de total apatía, como si no le interesara nada en lo absoluto.
—Lo siento. Fueron órdenes de la señorita Alice.
Los soldados lo miraron aún desconcertados.
—Aun así, matarlos es demasiado…
—¿Tienes algo que refutar soldado? Puedes ir a quejarte con la comandante Alice.
Con su dedo índice a punto en la dirección donde se encontraba la joven de cabellos azules. Tenía las manos empapadas de sangre, pero esto no parecía importarle, el soldado se acercó a la joven con la intención de reclamarle.
—¡Señorita Alice! ¡Estos hombres ya se han rendido por completo! ¡No veo la necesidad de matarlos!
Alice le dirigió una mirada afilada, tan amenazante que podía tocar su alma con ella.
—¡No olvides con quién estás hablando!
Alice tomó por el cuello al hombre, levantándolo con fuerza a pesar de ser más alto y grande que ella. Las arcadas del hombre habían logrado asustar a sus compañeros, los cuales comenzaron a rematar a los prisioneros con mucho pesar.
—Perdonaré este acto de rebeldía. Como muestra de lo bondadosa que puedo llegar a ser. Pero no volverá a repetirse, recuérdalo.
Alice soltó al soldado, el cual regresó corriendo con sus compañeros aun tosiendo y con arcadas. Ella miró con atención sus manos, las cuales seguían manchadas con la sangre de sus enemigos. Sintió cierta incomodidad al cerrar sus puños.
—Harald tenía razón… debí de haber traído los guanteletes conmigo.
"Lo tendré en cuenta para otra ocasión".
—¡Vuelvan a sus formaciones! ¡Volveremos al Castillo cuervo negro y apoyaremos a Diego y Morgan en el asedio!
Alice se perdió entre la densidad del humo generado por la quema de cadáveres. Había cumplido el objetivo, el cual le fue encomendado. Para ella el termino piedad no recaía en personas que no fueran Carlot.
Mientras el caos y la destrucción se adentraban al castillo. En el gran salón donde se encontraba el trono, se podía ver a un hombre de mediana edad sentado en el mismo. Cabello largo de color gris, al igual que sus ojos, su mente estaba corrompida por la oscuridad que alberga en su alma. Sus anillos dorados chocaban contra los bordes de su trono, los golpes conformaban una melodía que solo él podía comprender. Su momento de tranquilidad fue interrumpido por una presencia que le resultaba familiar, con una sonrisa en su cara este hablo.
—Te has tomado tu tiempo ¿No es verdad?
El silencio que reinaba en el lugar, fue reemplazado por estruendosos pasos que se acercaban cada vez más. Era el sonido de partes metálicas chocando contra el suelo y junto a ella, un aura tan hostil y descontrolada que helaba los huesos de cualquier persona débil de espíritu.
—Diego Stormbreaker…
El causante del sonido fue reflejado por la luz que se adentraba por las ventanas. Diego tenía la armadura repleta de sangre. Sangre de los que osaron ponerse en su camino.
—¡Por fin te encontré! ¡Aldur!
Aldur se levantó del trono, su expresión desinterés fue opacada por una pequeña sonrisa, este bajo los escalones con lentitud y calma. Sus pasos resonaban en ecos que se repetían por todo el salón.
—¡Por favor déjame felicitarte! Tu exitosa rebelión dio sus frutos después de todo.
Diego no le apartó la mirada de encima, analizando cada movimiento que este hiciera.
—¡Pensar que tú! ¡Que alguien como tú sería capaz de unir a las demás naciones en mi contra! ¡Hace que mi corazón vuelva a sentir emoción después de tanto tiempo!
Aldur extendió sus brazos a cada lado, mirando hacia el techo con euforia.
—¡Es magnífico! ¡Es totalmente maravilloso!
—Estás demente…
Aldur comenzó a reírse de manera desquiciada. Carcajadas tan fuertes que era posible oírlas desde todos los pasillos del castillo. Finalmente, cesó su risa para hablar.
—¡Llegué a creer que jamás volvería a tener una satisfacción tan grande, como aquella ocasión en la que asesiné a la Belicista más fuerte de todo Archanóx! ¡¿Cómo era su nombre?! ¡Ah! ¡Espera! ¡Espera! ¡Ya logré recordarlo!
Las palabras de Aldur provocaron que la cara de Diego se tense con ira, dejando ver sus venas marcadas por la presión de su sangre.
—Se llamaba Saori Kimura… ¿Verdad?
Diego presionó su pie contra el suelo con tanta fuerza que los cristales de las ventanas se rompieron en miles de fragmentos. Aldur solo sonrió con serenidad, pues había logrado su objetivo.
—¡Saori nunca hubiera perdido contra ti! ¡Qué clase de duelo consiste en usar a un dios en contra de tu adversario!
Diego guardó silencio unos segundos. En su memoria albergaba recuerdos de aquella mujer con la que entablo una amistad sincera, aquella mujer que solo al ser nombrada, provocaba que las personas la adoren más y más.
—Ella murió debido a la maldición que le fue impuesta… Te aseguro por todos los dioses que si hubiera estado en su mejor estado. No habrías sido capaz de tocarle un solo cabello.
Aldur frunció su ceño con enojo, dejó ver sus dientes apretados con rabia.
—¿Que insinúas? Maldita cucaracha…
Con un estruendoso grito, Diego dejó salir una verdad tan agobiante que Aldur jamás la aceptaría.
—¡LO REPETIRÉ CUANTAS VECES HAGA FALTA! ¡ELLA HABRÍA BARRIDO EL SUELO CONTIGO BASTARDO!
Aldur agacho su mirada, la cual estaba ensombrecida y apagada. Sus quejidos de ira se podían oír con claridad.
—Así que piensas eso…
El gran salón, que era iluminado por la luz del día, fue oscurecido en un instante por una densa oscuridad, como si la noche hubiese caído en cuestión de segundos.
—Pongamos a prueba tus palabras. En este mismo momento te demostraré que soy tan poderoso como un Belicista… ¡No! ¡Incluso mejor que uno!
Aldur chasqueo sus dedos haciendo que una espada enfundada apareciera en su cinturón, la desenvaino despacio y dejo ver su filo el cual es de acero oscuro. Jugando con ella y cortando el aire con lentitud.
—Voy a mostrarte la inmensa brecha de poder que hay entre nosotros.
Aldur elevo su mirada fijándose en Diego. Sus ojos grises se posaron en los ojos negros de Diego.
—¡Qué esperas desgraciado! ¡Adelante!
Diego se aferró fuertemente a su escudo, posicionándose para comenzar el combate.
—¡Aquellos que osen insultar mis habilidades! ¡Serán juzgados por mi mano!
Aldur desenvaino su espada realizando un corte tan veloz y preciso, del cual una estela oscura en forma de arco salió disparada hacia Diego. El hombre de pesada armadura enfrentó al ataque con su gran escudo, el cual se iluminó con una brillante luz, consumiendo el ataque de oscuridad.
—No me subestimes… vejestorio.
Diego apretó fuertemente su martillo. El cual elevó por encima de su cabeza y lo dejó caer con todo su peso en el suelo.
—¡Técnica de combate! ¡Estilo pesado!
El suelo vibró de una manera brusca y las grietas se extendieron desde Diego hacia la posición de Aldur. Al llegar a los pies de este, las grietas resplandecieron con fuerza levantando unos filosos picos de tierra.
—¡Golpe atronador!
Los picos de piedra habían levantado una cortina de polvo, la cual le negaba la vista a Diego, que sin bajar su guardia se acercó con lentitud hacia el frente. Mirando en todas las direcciones.
—¡Increíble Diego! ¡Tu nivel de poder es totalmente asombroso!
Escuchando su voz burlona venir desde distintas direcciones. Diego no bajó la guardia en ningún momento, esperando pacientemente que este atacara primero.
—Parece que no tienes la intención de mover ni un dedo… ¡Está bien! ¡Mejor para mí!
Unos veloces pasos alertaron a Diego, los cuales venían de su flanco derecho. Los escuchaba tan cerca que provocó que liberara un golpe con su martillo.
—¡¿Qué?!
Para su sorpresa, el golpe solo dio al aire, despejando un poco la cortina de polvo.
"¿Acaso fue una ilusión?".
Diego, aún confundido, no bajó su guardia en lo absoluto. Un ruido desde su espalda volvió a alertarlo, dándose vuelta con rapidez y preparándose para contraatacar.
"¡Esta vez lo golpearé!".
Este preparó su martillo para atacar, pero fue tomado por sorpresa cuando los pasos cesaron en un silencio instantáneo.
"¡¿Eh?!"
—¡Aquí estoy grandullón!
Diego jamás esperó que Aldur saliera por detrás de él, intentó cubrirse con su escudo, pero Aldur fue más veloz asestando un corte superficial en su hombro derecho. Diego intentó contraatacar, pero no contaba con que los reflejos de Aldur fueran tan ágiles como para esquivar su ataque con facilidad.
"¡Demonios!, ¡Falle!"
—¡Muy lento!
Aldur dio una rápida estocada atravesando la pierna de Diego y provocando que este se arrodillara ante él.
—¡GAHH!
Con una expresión de soberbia. Aldur tomó del cabello a Diego y lo miró fijamente.
—Realmente pensé que serías más interesante. Pero después de tantos años esto es lo que me encuentro.
Diego apretó sus dientes con rabia y dolor. Aldur acomodó sus cabellos con su mano y con una expresión sería hablo.
—Menuda decepción.
Ante las provocadoras palabras de Aldur, Diego no pudo contener más la compostura y aferrándose con fuerza a su martillo. Lo balanceo hacia arriba nuevamente.
—¡Técnica de combate! ¡Estilo pesado!
Mirándolo con incredulidad, Aldur suspiro con resignación.
—¡Golpe atronador!
—El mismo truco no servirá dos veces…
En un veloz movimiento, Aldur sacó su espada de la pierna de Diego y la balanceó contra este.
—Técnica de combate, Estilo Imperial.
Diego se encontraba listo para realizar su ataque, pero no fue lo suficientemente rápido como para terminarlo.
—Tajo Cercenador…
Aldur había balanceado su espada. Para que cuando Diego bajara su brazo este lo hiciera sin su muñeca.
—No… No puede ser…
Diego quedó en shock al ver en el suelo su mano mutilada aún aferrada al martillo. El no grito de dolor, tan solo miro el lugar donde alguna vez estuvo extremidad.
—Qué patético.
Aldur dio un giro para atinarle una patada en la cabeza al robusto hombre, haciendo que este saliera disparado hacia un muro y se estrellara en este con fuerza.
—¡AGHHH!
Diego cayó al suelo totalmente derrotado. Mientras Aldur se acercaba con lentitud y amenazante.
—¡¿En verdad fuiste tú quién asesino a mi general más valioso?!
Aldur refregó su cara con frustración e irritación, para después escupir al suelo con desprecio.
—Pensar que Yondur fue derrotado por alguien como tú… hace que sienta náuseas.
Mirando en dirección donde estaban los picos de tierra, este chasqueo su lengua.
—Quizás solo fue suerte.
Aldur levanto su espada dispuesto a acabar con la vida de Diego de una vez por todas.
—¡Desaparece de mi mundo!
Repitiendo el mismo ataque con cuál comenzó el combate, la estela de oscuridad se dirigía hacia un Diego muy agotado como para defenderse. Cerrando sus ojos, Diego espero su amargo final.
—¡DIEGO!
El aturdidor sonido de una explosión fue todo lo que Diego escucho, al abrir sus ojos pudo
distinguir a alguien frente suya. Una cabellera larga de color verde, armadura cubierta de cuero y pequeñas partes de hierro y su particular mandoble de acero oscuro.
—S-sabía que vendrías… Morgan.
El de cabellos verdes lo miro de reojo con una sonrisa de alivio.
—Guarda tu aliento y por favor, cierra tus ojos si no quieres quedarte ciego.
Obedeciendo el pedido de su compañero, este cerro sus ojos.
—¡Técnica elemental ¡Arte sagrado!
Desde los pies de Morgan, una deslumbrante estela dorada empezó a surgir, rodeándolo por completo.
—¡Luz de Bordún!
La emanante estela salió disparada por encima del gran salón, haciendo que la oscuridad y el polvo que abundaba en el lugar se desvaneciera. Dejando ver a Aldur con mayor claridad. Por su parte, Aldur quedo maravillado al ver la luz dorada frente suya.
—No importa cuantas veces la contemple. Las artes sagradas siempre serán hermosas.
Morgan no contestó nada al respecto y tan solo lo miró fijamente con su guardia alta y paciente. Aldur noto esto y sonrió al cruzar miradas con él.
—¡Nos volvemos a ver las caras! ¡Gran soberano de las tierras del norte!
Este soltó esas últimas palabras con notable desagrado.
—¡Morgan Bromont!
Ambos se miraron con tanto rencor que podían destriparse con tan solo mantener sus miradas. Morgan sacó del bolso de su cintura, un pequeño frasco con un fluido viscoso y a la vez brillante de color azul, se lo arrojo a Diego para que esté lo atrapase.
—¿Qué es esto?
—Una medicina que fue elaborada por mi esposa. Bébela ayudará a que te sientas mejor.
—D-de acuerdo.
Diego destapó el frasco con sus dientes y bebió del contenido, su sabor amargo le hizo estremecer un poco. Luego observo su mano.
"I-increíble… detuvo el sangrado".
Su momento de tranquilidad fue interrumpido por las palabras de Aldur, quien se encontraba frente a ellos con su espada desenvainada.
—¿Seguirás ignorando mi presencia Morgan? Al parecer es tal y como dicen, los del norte no comprenden sobre la cortesía.
Morgan le mostró una sonrisa desafiante.
—Créeme, sí que la tenemos modales. Pero nos enseñaron a ser corteses con las personas y no a las bestias.
El hombre de cabello gris frunció su ceño con molestia e ira.
—¡Veamos si puedes pelear tanto como sabes ladrar!
Empuñando sus armas con fuerza y tenacidad, ambos se impulsaron hacia el otro con gran velocidad, en cuestión de segundos se encontraban uno delante del otro, listos para atacarse mutuamente.
—¡Retomemos lo del bastión Infernal! ¡Bromont!
—¡Acabaré esto ahora! ¡Aldur!
Un choque de espadas mortífero. El sonido metálico de la colisión entre armas había resonado por todo el salón. El combate decisivo entre el emperador de los diez reinos y el rey de Frostland, había dado comienzo.
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Un choque tras otro, nuestras espadas danzaban en un maravilloso ir y venir de chispas de fuego, cada golpe bloqueado o desviado liberaba una gran cantidad de estas chispas. Podía seguir el ritmo de Aldur, ya que mis habilidades habían sido entrenadas para este día, desde que entre a esta guerra, solo me dedique a entrenar hasta el cansancio para llegado este momento.
—¡Grandioso! ¡Sublime! ¡Esto sí es un verdadero combate!
Aldur estaba fascinado con la colisión de nuestras hojas, en sus ojos podía verse mi reflejo, él seguía con su mirada cada uno de mis movimientos, así que decidí separar nuestro intercambio con una patada en su abdomen, este se quejó por el dolor, pero al enterarse de mi intención quiso someterme otra vez.
—¡No te lo permitiré!
El Intento asestar un corte en mi pierna izquierda, pero antes de que lo hiciera, clave la espada en el suelo para evitarlo y su hoja colisiono con la mía. El impacto hizo que su brazo retrocediera de manera brusca.
—¡Maldito!
Me recompuse al instante, intente conectar un corte en su abdomen del lado izquierdo, pero este lo bloqueo, reaccionando rápidamente, esquive por los pelos un corte en mi cuello, pude sentir el filo de su hoja a centímetros de mi piel, me aleje un poco para pensar el siguiente movimiento, sin embargo, este seguía presionándome sin descanso.
—¡¿Qué sucede?!, ¡¿acaso no me vas a atacar?!
Aldur comenzó una ráfaga de ataques consecutivos, uno detrás del otro, sin dejar que me mueva de mi posición, un solo error y quedaría hecho picadillo.
"Esto es malo, si no consigo crear una oportunidad jamás seré capaz de tocarlo".
Logre desviar uno de sus ataques, dejando lo expuesto, antes de que pudiera comenzar una nueva ráfaga de ataques, empuñe mi espada con firmeza.
—¡Traga esto!
Lleve mi mandoble a mi hombro por detrás de mi nuca, dando un paso frente cerca de Aldur impulse la gran espada en dirección vertical, con la clara intención de partirlo en dos.
—¡Eres demasiado lento!
Aldur esquivo mi ataque, dando un salto hacia atrás.
"¡Debo aprovechar!".
Antes que Aldur tocara el suelo, lleve la empuñadura del mandoble por debajo de mi antebrazo, apuntando el filo hacia delante, usaría el filo como una lanza.
—¡Técnica de combate! ¡Estilo del norte!
—¡Mierda!
Aldur se había percatado tarde de mis intenciones, había caído en mi trampa.
—¡Carga de Aquilón!
Mis pies se enterraron en la tierra, en cuestión de segundos, fui impulsado con una fuerza y velocidad sobrehumana.
"¡Te tengo!".
Aldur frunció su ceño con molestia.
—¡Como si fuera a dejarte!
Aldur alzo su espada con ambas manos, soltando un tajo hacia abajo, intentando desviar mi
mandoble.
"¡Atraviésalo de una vez maldición!".
—¡GHRAA!
Con gran fuerza, mi mandoble fue levemente desviado, logrando atravesar su abdomen.
—¡Blehh!
Aldur vomito sangre debido a la herida que le provoque, tapo su boca y miro sus manos, observando su sangre con desprecio.
"¡Carajo!, ¡Mi intención era apuñalarlo en el pecho!".
Aldur alzo su mano frente a mi cara, su palma comenzó a acumular una gran cantidad de maná, la cual fue convirtiéndose, poco a poco, en un fuego con tonalidades moradas.
—Técnica elemental oscura… ¡Purgatorio de Gorm!
"¡Debo alejarme!".
Intente separar mi espada de las entrañas de Aldur, pero este agarro el filo con fuerza negando mi retirada.
"¡No me dejará escapar, no tengo elección!".
Levante mi palma cerca de la suya y al hacerlo pude sentir el intenso calor del fuego que estaba apuntó de ser expulsado de su mano.
—¡Técnica elemental! ¡Arte sagrado! ¡Protección de Oriana!
Fui cubierto por una esfera blanca, lo bastante resistente como para evitar ataques de proyectiles o ataques mágicos de todo nivel.
—¡Intenta escapar de esto Bromont!
Finalmente, una gran cantidad de fuego morado envolvió la esfera, este hechizo no podría resistir por tanto tiempo, un ataque tan poderoso como lo es la magia oscura, por lo que utilice mis reservas de maná, para aumentar su resistencia.
—¡¿Qué sucede Morgan?! ¡¿Acaso es demasiado para ti?! ¡No me digas que este es todo tu poder!
Apretando los dientes con fuerza, aumente más la resistencia de la esfera con mi maná.
—¡CIERRA LA PUTA BOCA!
La esfera empezaba a desvanecerse, dejando que el fuego empezara a entrar poco a poco.
—¡GHRAA! ¡MALDICIÓN!
Grité de rabia ante mi impotencia, mi armadura empezó a convertirse en cenizas, debido al intenso calor emanante del hechizo de Aldur, por lo que reforcé mi piel con maná para evitar quemaduras más peligrosas.
"Si continuo de esta manera… no quedara nada de mí".
—¡Ha! ¡Ha! ¡Ha! ¡Este es un patético final para ti Bromont!
Era cuestión de segundos que el fuego rompiera por completo la esfera, mi muerte era algo
inevitable, comencé a perder la esperanza, no obstante, una suave voz conocida, intercedió en mi ayuda.
—¡Técnica elemental de fuego! ¡Gran muralla llameante!
Un enorme muro de fuego emergió del suelo, creciendo espontáneamente, esta obligó a Aldur a separarse de mí, en el proceso, saco la espada de sus entrañas de forma violenta.
"Estuve a punto de morir…".
Mi cuerpo estaba agotado, debido a la inmensa cantidad de maná, que utilice para sobrevivir.
—¡Morgan! ¡¿Te encuentras bien?!
Una suave voz me dirigió la palabra, podría reconocerla en cualquier lado. Al levantar la mirada pude ver su cabellera roja como la misma sangre, ojos escarlatas, tan llamativos y deslumbrantes, Con una túnica que hacía juego con sus colores.
—Siento el retraso.
Me tendió su mano junto a una sonrisa de alivio. La tomé con algo de esfuerzo y me ayudo a levantarme.
—L-Llegas justo a tiempo… Naoki…
—Parece que las cosas se complicaron… ¿Cómo se encuentra Diego?
Le señalé con la mirada, donde Diego se encontraba, este ultimó mencionado, se levantó tomando su martillo con su mano izquierda.
—¡Naoki maldito inútil! ¡Tardaste demasiado!
Diego se esforzó en llegar a nuestra posición, este empujo con su cuerpo al pelirrojo, lo cual hizo enojar al mismo.
—¡¿Disculpa?! ¡Ten un poco más de respeto! ¡Acabo de salvar la vida de Morgan!
—¡Deja de mentir! ¡Yo estaba apuntó de salvar a Morgan, pero te entrometiste!
—¡Ay aja!
—¡Repite eso!
Mi expresión en ese momento era como si le enseñaras matemáticas a un borracho, en una cantina.
"¿En verdad están discutiendo en un momento como este?".
El muro de fuego había desaparecido dejando ver a un Aldur jadeante ante la pérdida de sangre, de pie y expectante. No tuve más remedio que acabar con esa tonta discusión.
—Dejen sus pleitos para luego… Este momento es importante.
Ambos cruzaron miradas asintiendo, Naoki realizo unos gestos con sus manos preparándose para el combate. Esta vez somos tres contra uno.
—¿Terminaron de hablar?
Dijo Aldur con cierta ironía, este estaba realmente enfadado.
—Solo son asquerosas cucarachas que aparecen una atrás de otra.
Aldur comenzó a caminar hacia nuestra dirección con un aura emanante de completa oscuridad.
—¡Voy a pintar estas paredes con la sangre de sus cadáveres!
Su aura de hostilidad me puso los pelos de punta, incluso pude notar a Naoki y a Diego con mucho sudor en sus frentes. Pero aun así nos pusimos firme contra él.
—Naoki… tu magia de fuego es de mucha utilidad ahora. Diego y yo intentaremos crearte una abertura…
Mire a Naoki a los ojos esperando una respuesta de parte suya, con algo de sudor en su frente, él asintió.
—Más te vale estar atento Rojito.
Naoki trago en seco, pero no titubeo. Fui capaz de contemplar la magia de este en muchas ocasiones en el pasado. Si alguien podría dar un golpe tan certero como letal, sería él.
—¡Basta de tanto murmurar! ¡Comencemos con esto lagartijas!
Aldur había desaparecido de un momento a otro, ninguno fue capaz de notarlo, pero sabía quién sería su primer objetivo.
—¡Naoki! ¡Hazte a un lado!
—¡¿Eh?!
En un rápido movimiento, aparte a Naoki, el cual estaba apuntó de ser decapitado por Aldur,
nuestras espadas se encontraron nuevamente, en una danza de golpes que iban y venían sin cesar.
—¡Técnica de combate! ¡Estilo Imperial!
Aldur salto hacia atrás, ocultando su espada detrás de él, para luego abalanzarla hacia adelante.
—¡Corte segador!
Su hoja disparó un tajo fino que venía hacia mí, no tenía la suficiente velocidad como para esquivarlo, así que antepuse mi espada para defenderme.
"Aun si lo bloqueo con mi espada logrará dañarme ¿Qué se supone que haga?".
—¡Técnica de combate! ¡Estilo pesado!
Antes de pensar en algún plan. Diego se adelantó al frente de mí con su única mano, en la cual tenía su martillo, golpeo el suelo levantando un muro de tierra el cual cubrió el ataque.
—Levantamiento.
Suspire aliviado debido a su ayuda. Me ahorro muchos problemas.
—Diego…
—Me lo agradeces luego. ¡Vamos por él!
Con gran velocidad corrimos uno al lado del otro hacia Aldur. Me adelanté mucho más que el debido a mi constitución más pequeña. Pero Diego se las arregló para seguirme el ritmo.
—¡Morgan! ¡Ataquemos al mismo tiempo!
Al acercarme lo suficiente liberé un tajo dirigido hacia las piernas de Aldur, el salto de
inmediato para esquivarlo. Pero no contó conque Diego estaba preparando un golpe en la zona superior, al percatarse fue demasiado tarde.
—¡Comete esto! ¡Hijo de puta!
Aldur no tuvo más opción que bloquear el golpe con su fina hoja, pero al hacerlo fue estrellado contra el suelo de manera brusca y violenta, agrietando el suelo y levantando su cuerpo debido a la intensidad del golpe. Dejándolo expuesto a un ataque.
—¡GUHH!
"¡Es una oportunidad perfecta para acabar con él!".
—¡Hazlo ahora! ¡Morgan!
Sin perder ni un segundo, corrí rápidamente hacia él y antes de que este tocara de nuevo el suelo. Me impulsé aferrándome a mi espada. Y al llegar libere un gran feroz corte con toda mi fuerza con la intención de matarlo.
—¡GHRAA!
Mi corte estaba por cortarle, pero antes de que le impactara. Aldur se recompuso en el aire y volteo su cuerpo lo suficiente para esquivar el golpe. Dejándome expuesto y a su merced.
—¡Morgan! ¡Ten cuidado!
Aldur me sonrió de manera macabra, para luego atinarme una fuerte y contundente patada en mí cien. Caí al suelo con la mirada perdida, mi conciencia se estaba desvaneciendo, el golpe fue lo suficientemente fuerte como para apagar mis sentidos.
—I-imposible…
Dije sin poder hacer nada al respecto, por más que quisiera mantenerme despierto, mi cuerpo no lo permitía.
"Naoki… Diego… no mueran".
Mi conciencia abandonó mi cuerpo, cayendo en un inevitable desmayo.
Aldur había tocado finalmente el suelo con sus pies y miro a Morgan, quien estaba tendido en el suelo inconsciente, el de cabello gris sonrió con arrogancia. Para luego mirar a Diego con esa misma sonrisa.
—Eres el siguiente.
Sin mediar más palabras, Aldur se impulsó con tanta velocidad que llego hasta Diego en cuestión de segundos. Diego intentó moverse, pero Aldur fue más rápido e impacto un rodillazo en su pecho y abollando un poco la armadura de este.
—¡Tu guardia es horrible!
Diego no se inmutó ante su ataque, pues su armadura era lo bastante robusta como para resistir golpes contundentes sin preocuparse por el dolor, este dejo caer su martillo con potencia.
—¡Es inútil grandullón!
Aldur esquivo su golpe y retrocedió lo suficientemente lejos del rango de Diego. Poso su hoja en su hombro y se rio con gracia.
—Eres muy lento. No importa cuantas veces lo intentes, jamás serás capaz de tocarme…
Aldur fue interrumpido debido a que el suelo debajo de él comenzó a vibrar. Lo que lo dejo desconcertado y dirigió su mirada a Diego, quien esbozo una mueca burlona.
—Mi intención no era golpearte.
Aldur se dio cuenta de sus intenciones y quiso moverse, pero fue demasiado tarde.
—¡Técnica de elemental de tierra! ¡Separación Terrenal!
El suelo dónde Aldur se encontraba comenzó a levantarse junto con él, formando una colina que casi podía alcanzar el techo.
—¡¿Qué demonios pretendes?!
Un calor emanante desde las alturas le alerto y en cuanto miro por encima de él, contemplo una innumerable cantidad de flechas ígneas creadas con maná y listas para dispararse.
—¡Hazlo ahora! ¡Rojito!
Naoki quien se encontraba por encima de una elevación de tierra que Diego había generado, empezó a formar símbolos con sus manos.
—Técnica elemental de fuego…
Al terminar sus gestos con sus manos separo sus brazos para luego aplaudir con fuerza. Provocando que las flechas desencadenasen más calor.
—¡No puede ser posible!
Finalmente, Naoki apunto su palma hacia Aldur con una mueca nerviosa y sudor en su cara.
—¡Lluvia del dios carmesí!
Las flechas fueron disparadas salvajemente contra Aldur, el cual empezó a esquivar y repeler algunas de ellas con su espada. Pero estas eran demasiadas, por lo que no logro bloquearlas todas ellas, las demás se clavaron en su pecho izquierdo, otras tres en sus piernas y dos en su hombro. Dejando a este con múltiples heridas y jadeante.
—¡Maldito Sendiano!
—¡Aún no termino contigo, bastardo!
Cuando la lluvia de fuego cedió. Naoki abrió su otra palma apuntando a Aldur, haciendo que la elevación donde se encontraba sea rodeada de fuego.
—¡Jamás olvidaré lo que le hiciste a mi mujer! ¡LO PAGARÁS CON TU VIDA DEMONIO!
Las venas de su rostro se tensaron, y sus ojos se pintaron de un leve color rojo. Apretó sus dientes con rabia e ira. Mientras concentraba todo el maná posible en su interior. Los alrededores de la elevación de Aldur comenzaron a arder con intensidad, emergiendo grandes llamaradas de fuego como si fuera un volcán a punto de erupcionar. Mientras Aldur carcajeo como psicópata.
—¡FANTÁSTICO! ¡DEJA SALIR TODA ESA IRÁ!
El pelirrojo apretó sus puños con fuerza, clavando sus uñas en su palma, gotas de sangre cayeron en los pies de este.
—¡Técnica elemental de fuego! ¡Grado maestro!
El rugir de una bestia fue escuchado por todo el reino, desde los bosques de sur, hasta las enormes montañas del norte. El fuego dentro del salón estallo con fuerza y dejo ver la silueta de aquella bestia, la cual emergió del interior de Naoki.
—¡Fauces del Dios Carmesí!
Aquella bestia era un dragón hecho completamente de fuego, era tan largo como una serpiente demoniaca del desierto. Esta gigantesca criatura miró con sus ojos a Aldur y se abalanzó con un rugido ensordecedor. Devorando por completo a Aldur y haciendo que la capital entera se sacudiera ante tal poder.
—¡MUERE!
El salón del trono fue azotado por la feroz explosión que el ataque de Naoki lanzo, haciendo que grandes escombros se estrellaran por todos lados. El castillo entero comenzó a desmoronarse poco a poco. Tan solo era cuestión de minutos para que este se derrumbara por completo.
Fin del capítulo