Altea sonrió mientras ayudaba a la Pequeña Pimienta a tomar su leche. Sus manos sostenían la botella mientras las pequeñas manos del bebé la agarraban. Observó con cariño a la pequeña mientras bebía y no pudo evitar pellizcar un poco las regordetas mejillas del bebé.
—Gmghmawmaaa... —murmuró su hijo a su lado. Altea se giró hacia su hijo, que estaba sostenido por su padre. Había soltado su biberón mientras se estiraba hacia ella.
Ella negó con la cabeza y lo ayudó a sostenerlo. La Pequeña Pimienta frunció el ceño, a punto de soltar su biberón.
Se rió y se inclinó para darle un beso a la niña. —Eres una hermana mayor, Pimienta —dijo, y la niña realmente ya no soltó el biberón.
Pequeño Albóndiga parecía entender y también se comportaba, haciendo sonreír a todos.
—Awww, mis bebés son los más lindos —dijo, dando a ambos bebés besos mojados en sus regordetas caritas.