Oro y Arena

—¿Y si ella no estuviera limpia? —Las palabras de aquellas mujeres resonaban en sus oídos, haciendo que la fachada fuerte de Sahara se resquebrajara poco a poco. Se escondió en el baño, cubriéndose el rostro.

—Quiero ir a casa... —susurró, pero inmediatamente lo reprimió.

Había demasiado en juego en su éxito y no podía fracasar solo por sus propias debilidades.

Cada vez que recordaba aquella noche, sentía vergüenza. Era algo que se negaba a reconocer, pero que no podía olvidar por más que lo intentara.

Aunque el recuerdo era un poco borroso, aún podía recordar a ese hombre. Podía recordar su piel oscura, su cabello claro, sus rasgos guapos. Más importante aún, todavía podía recordar su calidez y gentileza

Sacudió todo de su mente y su postura serena regresó. Salió, esperando encontrar a las personas que pudieran ayudarla.

En este momento, otra tienda de los Dorados estaba amasando dinero. Esta vez, era de productos de belleza.