—¿He dicho muchas cosas mal? —Pongo no pudo evitar preguntar mientras volvían a Casa.
Helen sonrió y le acarició la cabeza. —Lo importante es aprender —dijo—. ¿Deberíamos hacerle una deliciosa cena, no?
Pongo se animó con eso, decidido a compensar sus errores. —¡Hmn!
Era solo que cuando regresaron al orfanato, se sorprendieron al encontrar a una mujer esperando en la sala.
—¿Bianca? —Helen pronunció, un poco sorprendida de que estuviera allí a esa hora.
Ella miró a los niños, —Vayan a preparar los ingredientes y la cocina —dijo, y los niños fueron muy obedientes, felices de dirigirse a su gran cocina compartida para jugar, eh, ponerse a trabajar.
La mirada de Bianca no pudo evitar seguir a los pequeños, y sus hombros se encorvaron. Helen lo vio y pareció darse cuenta de por qué podría estar aquí la otra mujer.