El nombre Ansel le resultaba familiar a Tilda.
Cuando comenzó a identificar los nombres—de naturaleza cotilla y escuchando naturalmente un par de nombres importantes—sus ojos se abrieron de par en par y miró a Hana.
—¿Ansel? ¿El anciano guapo? —preguntó, inclinándose y entrometiéndose en el espacio personal de la otra—. ¿Vivía en una linda villa?
Hana la miró confundida antes de asentir. Entonces, los ojos de Tilda brillaron. —Entonces déjame ayudarte.
—¿Qué?
—Déjame ayudarte —repitió Tilda, con los ojos entrecerrados.
No solo se libraría de este parásito en su hermano, ¡sino que también podría conectarse con una familia tan buena! ¡Quizás incluso pudiera encontrar su propio objetivo allí!
¡Genio!
…
De vuelta en la villa, Altea se sentía un poco triste por haberse perdido el drama. Garan sintió algo de su decepción y le apretó suavemente la nariz.