—¡Fuego! —gritó alguien.
—¡Hay fuego en el cuarto de la Señora Qu! —se escuchó otra voz.
—¡Agua! ¿Dónde está el agua? —la desesperación crecía.
—¡Necesitamos más agua! —se pedía con urgencia.
—¡Agua! —gritaban otros.
Los gritos comenzaron a esparcirse en todas direcciones. Era de noche y la mayoría de los sirvientes ya estaban durmiendo. ¿Cómo podían moverse tan rápidamente bajo esa condición? Para cuando la mayoría de los sirvientes llegaron, el fuego ya se había expandido y quemado el edificio donde la Señora Qu se alojaba.
Afortunadamente, las criadas alrededor de la Señora Qu fueron muy rápidas en responder ya que la arrastraron hacia afuera. De esa manera, lograron conservar sus vidas.
La desaliñada Señora Qu miraba su cuarto con una expresión atónita. Estaba muy enfadada y sentía que últimamente nada le salía bien. ¿Ahora, alguien incluso había intentado quitarle la vida?
—¡Apaguen el fuego! —ordenaba ella.