Dándose la vuelta, Nan Shu Cheng sintió dolor en la parte trasera de su cuello antes de que sus piernas se debilitaran. Cayó al suelo y abrió la boca, pero no salieron palabras. Era como si le hubieran arrebatado la capacidad de hablar.
Miró a la persona frente a él, un joven que llevaba la ropa de soldado.
—Los soldados no deberían haber entrado, ¿verdad? —se dijo a sí mismo.
Habían dicho que solo vigilarían su residencia para asegurarse de que nadie escapara, así que cumplirían su palabra y no entrarían a la residencia.
—¿Por qué está aquí? —se preguntó.
El joven, Nan Si, miró fríamente a Nan Shu Cheng. Era el mejor actuando y mezclándose con la multitud gracias al entrenamiento y la ayuda de Nan Hua. Con su orientación, podía infiltrarse como casi cualquiera.
Sin embargo, su habilidad era totalmente inútil frente a Nan Hua porque ella lo reconocería de inmediato.