Está bien

—¿Dos años...? —La voz de Qiu Dong se quebró al escuchar las palabras de Nan Hua.

No era que dudara de Nan Hua, pero para infiltrar gente en la corte se requería que pasaran un control riguroso. No había manera de que un plebeyo ordinario siquiera se le permitiera acercarse al palacio.

Su identidad actual era la de un leñador normal que se había convertido en sirviente aquí pero que aún trabajaba cortando madera.

—¿Cómo diablos se supone que entrará a la corte?

—No tú. No eres lo suficientemente astuto.

Qiu Dong:

...

—¿Debería estar feliz o triste con este insultante cumplido?

—La señorita quiso decir que tú arregles que alguien más entre a la corte —explicó Chu Yue porque sabía que a Nan Hua no le gustaba hablar mucho. A veces, la gente no estaba acostumbrada a su explicación directa pero breve.