—¿Qué has hecho? —escupió sus palabras sin expresión. En su mano, había una larga espada negra. La antigua espada cambió. Se veía mucho mejor y transmitía una sensación de encanto misterioso.
—No esperaba que tú, cultivadora justa, usaras este tipo de espada. Pero si eras tú, no dudo que me sorprenderás —tan pronto como vio la espada, sus ojos se iluminaron. Se rió entretenido.
—¿Conoces esta espada? —preguntó ella lentamente.
—Una espada que no era ni para Dios ni para demonio, algo que ningún ser podía tocar. Ni siquiera esas hadas puras de otros reinos o esos monstruos aterradores del reino oscuro se atrevían a tocar esta espada. ¿Cómo hiciste para que esta espada te reconociera como su maestra? —finalmente dejó de lado su expresión fría y sonrió de manera juguetona.