Una figura vestida con una capa blanca apareció. Parecía no tener cuerpo ni rostro porque la capa ocultaba su apariencia.
Dondequiera que pisaba, las flores del Reino Demoníaco florecían deslumbrantemente como si celebraran el funeral de la persona a la que estaba a punto de encontrarse.
Las orquídeas tenían fragancias únicas, delicadas y sutiles. Tenían una fragancia floral dulce que recordaba a las rosas y el jazmín.
Si la gente viera estas flores de orquídea, exclamarían horrorizados.
—Orquídea de Jade, ¡así que estás aquí! —el Demonio de la Niebla sonrió encantadoramente a su compañera.
—¿Es este el maldito humano que te lastimó la última vez, Demonio de la Niebla? ¡Es tan feo! —la voz de Orquídea de Jade era difícil de distinguir entre hombre y mujer, pero su voz era sin duda muy agradable al oído.
—Ahora que lo mencionas, la última vez que la vi, no era tan fea. —el Demonio de la Niebla resopló despectivamente con disgusto.