Castigo por Maldades

Extrañamente, a medida que pasaban los días, el jefe de la mafia y sus subordinados no hacían ningún movimiento. Solo pedían dos comidas al día.

Un oficial de policía, empujado por sus colegas a aceptar la tarea de verificar al jefe de la mafia, tragó saliva mientras los superiores le ordenaban cumplir.

Mientras se acercaba temblando al jefe de la mafia, fue testigo de algo que no debería haber visto. La vista quedó grabada en su memoria, algo que nunca olvidaría, pero no se atrevía a hablar de ello con nadie.

Los ojos del jefe de la mafia, que se esperaba que fueran sombríos e insondables, estaban llenos de un miedo retorcido y una multitud de emociones difíciles de describir.