Al pensar en acostarse con un hombre extraño mientras sus maridos la esperaban, sintió que su corazón sangraba. No entendía por qué le permitían salvar a Yao Yanzi usando su cuerpo.
En ese momento, Xiao Yun la miró con una expresión complicada y dijo, —Maestra, por favor, sálvalo. En el futuro, entenderás por qué.
El pasado era como humo, flotando lejos como la niebla. Dudaba qué haría Yao Yanzi sin ella. Él le había prometido que no buscaría a otros hombres para acostarse.
No le preocupaba que buscara a otros hombres mientras él estuviera sano y salvo. Esperaba que Yao Yanzi pudiera encontrar a alguien que ayudara a suprimir su veneno.
—No está bien pensar en otros hombres frente a nosotros, Maestra —comentó Zhiyi mientras se acercaba, atrayéndola hacia sus brazos y succionando suavemente sus labios rojo claro. El beso comenzó suavemente, pero pronto se intensificó, como si quisiera devorarla viva.