Infernal Volcánico, sin embargo, fue el primero en salir del aturdimiento colectivo. Con una determinación despiadada, se lanzó hacia ella, con la intención de terminar lo que había comenzado. No se conmovió por su belleza ni por su aura—para él eran insignificantes. Para él, la fuerza lo era todo, y ella era simplemente una enemiga que se interponía en su camino.
Aunque reconoció su gracia y poder, e incluso aunque se sorprendió por la calma aceptación en sus ojos a pesar de sus heridas, su papel no dejaba espacio para la compasión o la vacilación. Estaba obligado a obedecer la voluntad de su rey, y su rey había ordenado su sufrimiento. Esa era su obligación, y no vacilaría.