El hombre tenía una tez pálida, como de porcelana, que realzaba su belleza etérea. Sus labios estaban delicadamente tintados, casi de un rosa pétalo, contrastando sutilmente con su piel clara. Sus rasgos agudos y finos eran exquisitamente simétricos, dándole un porte regio y enigmático.
Su largo cabello fluía blanco puro, cayendo en mechones sedosos. El prístino tono acentuaba su encanto etéreo. Su atuendo se complementaba con delicadas cadenas y ornamentos dorados que colgaban con gracia, incluyendo un arete ornamental en su oreja izquierda. Había una sutil pieza para la cabeza en marcos dorados que enmarcaba su cabeza, enfatizando aún más su aura noble y enigmática.
Vestía una lujosa túnica en blanco y negro, adornada con intrincados bordados dorados que representaban motivos florales y de enredaderas. Creaba una mezcla sorprendente de elegancia y opulencia.