Los humanos a menudo imaginaban a sus parejas como proveedores de todo lo que deseaban, emocional, física e incluso existencialmente. Cuando este ideal no se realizaba, surgían sentimientos de insatisfacción, incluso en presencia de un afecto genuino por su pareja.
Esta insatisfacción alimentaba un anhelo por algo nuevo, algo lleno de misterio y emoción, impulsando a los individuos a buscar la satisfacción fuera de sus relaciones, a menudo sin tener en cuenta el dolor que sus acciones podrían infligir a sus seres queridos u otros.
Precisamente por eso, como Emperador Demonio, se había cansado de presenciar este ciclo interminable. No necesitaba sumergirse en las profundidades del océano para entender su salinidad, ni necesitaba saltar a un abismo para comprender su terror.
Pero dejando eso de lado, lo que no lograba entender era que, aunque sus observaciones eran en gran medida precisas, había subestimado un elemento crucial.