Resultó que se encontraron en el corazón de las Ruinas del Trono Abismal. El aire aquí era denso y cargado, haciendo que cada respiración se sintiera como una lucha. Sin embargo, ella y los demás avanzaron, decididos a navegar este peligroso paisaje.
La única aparente escapatoria de este laberinto era aventurarse más profundamente en sus más peligrosas profundidades. A pesar de sus numerosos intentos de huir, cada camino que tomaban parecía llevarlos de vuelta a este mismo lugar, como si fuerzas invisibles los obligaran a regresar.
Al día siguiente amaneció tormentoso e implacable, con lluvia golpeando y fuertes vientos aullando alrededor de ellos. En busca de refugio, el grupo se apresuró a encontrar cobijo.
Descubrieron una cueva anidada en las montañas. Tras despejar los escombros, iluminaron el oscuro espacio con perlas nocturnas infundidas con esencia espiritual, proyectando una suave luz a su alrededor.