—¡Padre, te lo prometo! —ella asintió con firmeza—. Olvidé decirte que he conocido a Tío Shan. Está viviendo con mi hermano y conmigo. —Su sonrisa nunca se desvaneció, como si encontrar a su padre fuera lo mejor que le había pasado hoy.
—Sheshan está contigo... Ya veo. Parece que algunos destinos son inevitables, una bendición y un desastre —murmuró.
—¿Padre, qué dijiste? —preguntó confusa.
—Nada, Yue'er. No intentes buscarme. Cuando seas lo suficientemente poderosa, podrás venir a mí. —Una vez más, la advirtió.
Deseaba encontrarla, pero no podía mostrarse. Sus enemigos eran demasiado poderosos. No importa cuántos matara, más continuaban apareciendo.
No quería arrastrarla a sus luchas. No podía permitir que sus enemigos descubrieran su paradero.
Los ojos de Shenlian Yingyue se enrojecieron. Entendía por qué su padre insistía en que no lo buscara y por qué se negaba a venir a ella.