Pareciendo la malvada madrastra de Cenicienta.

Carolyn salió disparada del baño como una bestia atacante y agarró a Escarlata por los hombros. Sus pasos eran pesados con determinación y sus ojos se estrecharon con ira.

—¿Dónde has estado? —gritó mientras la sacudía.

—Saludando a tus invitados —respondió Escarlata mientras apartaba las manos de sus hombros.

Olió a Carolyn y dio un paso atrás. —Acabas de vomitar —dijo, y se pellizcó la nariz.

Todo el mundo sabía que el sentido del olfato de Escarlata era como el de su perro, Severo. Podía olfatear cualquier cosa, sin importar cuán profundo lo enterrases. Carolyn había estado confiada después de usar el spray para limpiar sus dientes y agua para enjuagar su boca.

Sin embargo, con las palabras de Escarlata, un nuevo sentido de pánico se apoderó de ella.