Y así comenzó, un tiempo de frialdad que era más frío que cualquier invierno afuera. Escarlata y Esong evitaban estar en la misma habitación juntos.
Cuando se encontraban por accidente, ninguno decía una palabra y cada uno se alejaba rápidamente. De repente, se encontraron comportándose como extraños.
Ella pensó que sería fácil vivir en la misma casa y actuar con normalidad, pero no lo fue. Por eso, cuando Esong dejó de dormir en casa, ella se sintió mucho más aliviada.
Él seguía visitando a los niños, siempre en momentos en que ella estaba fuera cumpliendo sus deberes de gobernadora o teletransportándose por la noche.