—Escarlata no pensó que llegaría el día en que sería despreciada por su propia bebé, pero la mirada que Negro le dirigió claramente decía: «come tierra señora».
Después de dirigirle esa mirada despectiva, Negro parpadeó y un cuenco de frutas en el suelo se desplazó hacia ella.
—No —Escarlata dijo y lo desvió hacia otro lado de la habitación.
No muy complacida, Negro abrió su boca e hizo saber su descontento ruidosamente. El aire en la habitación estaba cargado de chispas blancas de luz que centelleaban y silbaban.
—Eso es nuevo —Grimm dijo sombríamente.
—Es una habilidad de ángel de la vida —Severo dijo, también sombríamente.
—Necesita ser controlado antes de que la deidad que todos conocemos pero no amamos se entere e inicie otro alboroto —Sombrapata sugirió.