Diciéndole la verdad a todos.

—Aquí está tu hijo —Elliana miró a Mamá Freya, cuyos puños se apretaron en la camisa de Noé.

—Noé, por favor, di algo a la princesa. Dile que no lastime a nuestro hijo —dijo Mamá Freya mientras suplicaba a su esposo clemencia.

—Sebastián, ¿no vas a decir nada a tu esposa? —Giotto, el padre de Stephano, avanzó, y Sebastián lo miró antes de mirar a su esposa.

—No lo haré —dijo él, sus palabras una firme declaración de que apoyaría a la princesa en lo que ella decidiera.

—¿Cómo puedes ser tan cruel con tu propio hermano, Sebastián? ¿No tienes conciencia? Pensamos que hacerte rey enmendaría las relaciones, y nos perdonarías por nuestros errores pasados, pero parece que actúas por tu animosidad sobre el pasado —dijo Noé, y Sebastián arqueó las cejas.

Simplemente no fueron allí.

Realmente tenían un don para hacer que pareciera que no merecía el título, pero se le dio el asiento como un regalo.