Juguemos un juego

—¿Es necesario tener tanta prisa? —preguntó Mo Yan cuando escuchó la declaración de Wen Gui.

—¿Por qué? ¿No me digas que quieres recoger a otro desgraciado de la calle que necesita ser rescatado y casar a mi hija con él? —espetó Wen Gui a su esposa. Agarró la almohada que tenía en su regazo y la lanzó a Mo Yan con suficiente fuerza como para que su silla retrocediera y ella cayera al suelo.

—Gui Gui…

—Esta vez no te escucharé —se levantó Wen Gui del borde de la cama y luego miró fijamente a su esposa, que lo observaba con una expresión de incredulidad—. Antes de que esa mujer pueda idear un plan para forzar a mi hija en un matrimonio político, encontraré un tritón que sea de mi agrado. ¡En vez de dejar que ese príncipe se case con mi hija!

—…

—¿No podemos pensar en esto? No creo que Ah Qiang quiera casarse con alguien en este momento —dijo Mo Yan mientras yacía en el suelo.

—Heh —se burló Wen Gui. Frunció los labios con desdén antes de decir: