—Mo Qiang no podía ser culpada por sorprenderse. Después de todo, sabía que Xie Jie era como un gato enojado y quisquilloso que no le gustaba ser tocado por extraños. Incluso con aquellos que conocía, él era muy cuidadoso.
—Incluso ella, que era su esposa, tenía que ser muy cuidadosa al acercarse a ese gato altivo... no, a su marido. Si no era cuidadosa, definitivamente la arañaría.
—Por lo tanto, fue bastante sorprendente que él estuviera dispuesto a dormir en presencia de un extraño.
—Wen Gui también tenía los mismos pensamientos, sin embargo, cuando miró a su hija, creyó que esos cambios en Xie Jie se debían todos a Mo Qiang. Xie Jie en efecto desconfiaba de los extraños, pero estaba dispuesto a probar este masaje porque Mo Qiang se lo había pedido.
—Si no fuera por eso, Xie Jie ni siquiera hubiera levantado un pie aunque lo llevaran en una palanquín meca.