—¿Se desmayó porque estaba demasiado alterada al descubrir que estoy embarazada o se desmayó de la alegría al pensar en mi embarazo? —preguntó Yin Fu mientras caminaba de un lado a otro en la habitación donde Mo Qiang estaba durmiendo.
Era una habitación hermosa, con todo pintado en negro y dorado. Un gran rubí que Sun Shi le había regalado a Mo Qiang colgaba del techo donde Mo Qiang podía verlo cada vez que se acostaba en la cama.
Los orbes dorados de energía brillaban con un tono dorado resplandeciente, y esparcían un hermoso resplandor en la habitación haciéndola parecer la habitación de una princesa de cuento de hadas.
—Hermano Fu, necesitas calmarte seriamente. Me estás poniendo ansioso con tanto caminar tuyo —comentó Shao Hui, mirando a Yin Fu, que caminaba por la habitación con las manos entrelazadas detrás de la espalda.