—¿Qué dijiste? —Jiang Zu estaba seguro de que se había perdido de algo. ¿No había manera de que Shao Hui hubiera dicho tal cosa, verdad? A pesar de que había tratado a Shao Hui como si fuera una piedrecilla bajo su zapato, Shao Hui siempre había sido cortés con él.
—Dije que no es mi culpa que tus pobres padres decidieran tener un hijo cuando ni siquiera podían cuidar de sí mismos —replicó Shao Hui. Su voz era áspera y sus ojos despedían rabia—. Siempre actúas como si te debiera algo, ¿pero qué se supone que te debo? ¿Solo porque estás celoso de mí y de mi origen, tengo que ceder ante ti todo el tiempo?
—¡Yo no le pedí a tus padres que te trajeran al mundo! Ellos lo eligieron por su cuenta, ¿entonces por qué debería ser yo el culpable? —Shao Hui empujó a Jiang Zu, haciéndole tropezar al tritón.
Con la mano en su cuello, Jiang Zu se lo frotó. Por un momento pensó que iba a morir.