—Por eso quiero que dejes de hacer eso. Si quieres verla, entonces vete con ella. Pero si no puedes, es mejor que no le des falsas esperanzas. Ivy se merece a alguien que la priorice y no que sea solo tu segunda opción.
Tigre y Cielo se quedaron mirándose en silencio. El sonido de los motores y las bocinas en la autopista, y las luces parpadeantes, no podían penetrar el silencio entre los dos.
—¿Me estás haciendo elegir? —preguntó él en voz baja, casi al borde de la risa—. ¿Ahora mismo?
—Te estoy dando otra elección.
—Hera, no me hagas empezar con esas tonterías. Sigues haciendo esto, pensando que puedes decidir el destino de otras personas.
—Tú no eres cualquiera.
—¡Exacto! —Tigre siseó a través de sus dientes apretados—. Soy tu hermano, tu familia. ¿Cómo puedes hacerme elegir entre mi hermana y una amante potencial?