Cuando Tigre volvió con la bandeja y la comida, Ivy se sentó y apoyó su espalda en el cabecero. Esperaba platos más sofisticados, pero él regresó con comida recalentada de la tienda de conveniencia. Afortunadamente, era amiga de Cielo desde hacía mucho tiempo, y Cielo ocasionalmente la llevaba a comer en la tienda de conveniencia o a probar comida callejera. Por lo tanto, estos alimentos no le resultaron demasiado desconocidos.
—¡Ejem! —Ivy se aclaró la garganta en voz alta, echando un vistazo al hombre sentado en la silla junto a la cama. Tigre sostenía la base de un tazón de papel con una mano y un tenedor de plástico con la otra.
Sus cejas se alzaron al clavar su mirada en ella. —¿Algún problema? —preguntó con genuina curiosidad en sus ojos.
—No —ella negó con la cabeza mientras bajaba la mirada—. Solo necesito un poco de agua.