Fue tu culpa

—La casa del invitado... ¿Puedes encontrar una manera de esconderte allí sin que te atrapen?

—Los labios agrietados de Deborah se separaron, pero su voz estaba atrapada en su garganta. Sus ojos perdieron la mirada momentáneamente, evaluando la calma que emanaba Hera. Pero eso no fue lo que la sorprendió; fue el hecho de que Hera sonaba como si lo supiera todo.

—Hera, tú... —Deborah balbuceó, alzando un dedo lastimado hacia Hera—. ¿Tú... sabías?

—Cuánto desearía no saberlo, y que quemar mi cerebro hubiera funcionado —dijo Hera con una breve sonrisa—. Lamentablemente, recuerdo todo: cada segundo, cada detalle y cada emoción.

—Hera tomó una profunda respiración, cerrando sus ojos momentáneamente antes de exhalar.

—Viendo que estás aquí y en ese lamentable estado, supongo que tu retiro no es tan encantador como todos pensamos —señaló—. Pero no puedo ir contigo, Deborah. ¿Por qué querrías llevarme contigo? ¿Planeas matarme para lastimarlo a él?