—Me has servido durante años, y tus contribuciones han sido invaluables —dijo él—. Considerando tus años de servicio, puedo liberarte si lo deseas. Renuncia y quédate con tu hermana indefinidamente.
—No es lo que piensas. Te traje porque eras un profesional cualificado. Te adaptaste rápidamente e incluso me presentaste a esa mujer.
—Ahora que Hera y yo estamos en buenos términos y mis planes han dado fruto, he considerado devolverte tu libertad. Ya no puedo recompensar a Junio, pero dada su dedicación y la tuya, creo que te has ganado esto.
Las palabras del Dragón, no hace mucho tiempo, se repetían en la mente de Deborah como un disco rayado mientras ella permanecía inmóvil frente a la tumba de su hermana. Lentamente cerró sus manos en un puño apretado, con los ojos parpadeando apenas, las lágrimas recorriendo su mejilla.