Dragón avanzaba por el pasillo, silbando mientras lanzaba hábilmente una llave al aire y la atrapaba. Sus labios se curvaban en una sonrisa por costumbre, riendo entre dientes ante los felices pensamientos que giraban en su mente.
Justo hoy, al regresar de su misión, un regalo lo esperaba en su habitación. Era un regalo de Hera, algo que había conseguido con esfuerzo de algún lugar al que Dragón no había tenido acceso durante muchos años. Pensar que ella había pensado en él y en el esfuerzo que había puesto lo puso de buen humor.
«Siempre actúa como si no le importara», pensó con una risita. «¿Qué estará haciendo?»
Dragón silbaba feliz, emocionado por verla. Le habían dicho que Hera estaba en su habitación, así que quería pasar para charlar un rato. Dado que la mansión en la que vivían era tan vasta como un castillo, le llevó algo de tiempo llegar a sus aposentos.