[PENITENCIARÍA MÁXIMA]
Silas abrió lentamente sus ojos, avistando casi inmediatamente el sucio techo. Un leve respiro se le escapó por los labios antes de que se sentara, su cabeza apenas alcanzando el techo de concreto. Doblando sus rodillas, tomó una profunda respiración y cerró sus ojos, como si meditara.
—¿Quién lo hubiera pensado? —reflexionó, abriendo lentamente sus ojos de nuevo.
Apretó los labios en una línea delgada, estirando las piernas hasta que sus pies colgaran del borde de la litera superior. Silas saltó ágilmente de la cama superior y aterrizó de manera segura. Girando la cabeza hacia la litera inferior, otro bufido agudo se le escapó.
Normalmente, en un momento como este, Primo estaría rezando su rosario. Cada vez que Silas hacía el más mínimo ruido, Primo armaba un gran alboroto sobre ello, como si realmente se dirigiera a cualquier Dios al que estuviera rezando.