¿Un hermano juramentado, eh?

Cuando Primo regresó a la cabaña, inmediatamente se puso a limpiar y ordenarla. Parecía como si Cielo hubiera anticipado su inclinación por la limpieza, ya que la idea de quedarse en una cabaña sucia incluso por unos pocos días le preocupaba. A pesar de su reticencia, no tuvo más opción que embarcarse en una serie de limpieza. Afortunadamente, la cocina tenía varias herramientas y materiales de limpieza, casi como si Cielo hubiera preparado todo para su llegada.

Con esto en mente, Primo no perdió tiempo y dedicó todo su día a hacer la cabaña lo más habitable posible. El tiempo pasaba desapercibido mientras él fregaba suelos y paredes, olvidándose momentáneamente de otros asuntos urgentes, ya que la limpieza exigía su completa atención.

Sentado en una vieja silla de madera en la cocina, Primo observaba la cabaña. Un suspiro de alivio escapó de él, una sonrisa satisfecha curvando sus labios al notar la mejora visible.