Llegarás a arrepentirte de ello.

Después de que Cielo dijo lo suyo, no miró atrás ni dejó de alejarse. Mientras tanto, Primo se quedó quieto con los ojos ligeramente dilatados en la dirección en la que ella desapareció.

«He decidido pensando en esas tres almas pobres e inocentes.»

«Si hay alguien por quien siento lástima, son ellos. No merecían lo que les ocurrió.»

«Aunque debo añadir que nada de eso fue tu culpa tampoco. Ni ese incidente ni sostener la mano de ese viejo Garner.»

«No es compasión. Es más como que puedo identificarme.»

«Nos convertimos en alguien de quien no estamos seguros si debemos detestar por su falta de significado o si debemos estar orgullosos de ello.»

Primo exhaló pesadamente sin darse cuenta de que había estado conteniendo la respiración. Las palabras de Cielo se repetían en su mente como un disco rayado y, por absurdo que sonara, llegaron a una parte de él que nadie más había alcanzado. Antes de que se diera cuenta, una lágrima ya rodaba por su mejilla.