—Ah, mierda... —alguien en la parte de atrás exhaló mientras su corazón palpitaba—. Sentían como si estuvieran bajo un hechizo, paralizados en el lugar, con los ojos bien abiertos hacia la mujer. Todo lo que podían hacer era ver cómo levantaba la espada, la giraba para cambiar cómo la sostenía y luego la lanzaba en su dirección.
Vieron venir la espada. Vieron todo en cámara lenta, sin embargo, ninguno de ellos hizo nada para detenerla. Lo siguiente que supieron, otro de sus camaradas estaba en el suelo con la espada clavada justo en su garganta.
El cuerpo cayó de espaldas con un golpe violento, mirándolo con profundo horror en sus ojos. Contuvieron la respiración por instinto, con las rodillas temblando, su subconsciente gritándoles que corrieran.
Esto era una locura.
—Oye —la suave voz de la mujer los hizo volver al momento actual—. Ojos aquí.