—Me alegra verte mejor después de que mi sobrino masacrara a tu familia.
Primo se quedó instantáneamente paralizado en cuanto esa frase acarició sus oídos. Sus ojos se dilataron lentamente, fijándose en el hombre mayor que se burlaba de él. El hombre era demasiado viejo para estar en este lugar de caos. Pero esa sonrisa plasmada en su rostro enviaba un escalofrío por la espina dorsal de Primo.
Primo conocía esa mirada particular y la sensación distinta que lo envolvía bajo la mirada del hombre mayor. Hace muchos años, sintió exactamente la misma sensación de rabia y humillación bajo la mirada de un extraño. Aunque aquel hombre — el que lo visitó repentinamente en el centro de salud mental — no estaba sonriendo en ese momento, desprendía el mismo aura que este hombre.
—Hah... —Una risa superficial se escapó de los labios de Primo, pasando su lengua por sus mejillas internas—. Eres uno de los hombres de Dimitri, ¿eh?
El hombre mayor sonrió hasta que sus ojos se entrecerraron.