Frunciendo el ceño, Shiro se sumergió inmediatamente a una velocidad vertiginosa.
Al ver el miedo y el pánico en sus ojos, Shiro pensó que sería mejor escuchar la historia más tarde.
Justo antes de que una de las espadas pudiera golpear a la madre y a la hija, Shiro tiró de su arco y disparó una flecha.
*¡PING!
Desviando la espada, su repentina aparición captó su atención.
—Tsk, persona molesta. ¡Vete! ¡Esto no es asunto tuyo! —gritó una de las personas encapuchadas, cuya voz era bastante femenina.
—Sé que no es asunto mío, pero soy una entrometida. No puedo evitar intervenir si veo que está hiriendo a la gente. Aunque, claro, si me das un buen motivo, me iré —dijo Shiro con una sonrisa.