Neveah estuvo callada por un breve momento, ordenando sus propios pensamientos.
—No me pediría esto si no fuera importante para él —murmuró Neveah, su voz apenas audible—. Mi seguridad siempre ha sido su prioridad y sé que debe haber sido difícil para él tomar esta decisión... superar el impulso de dejarme protegida tras las murallas del castillo.
—Lo sé. Lo entiendo... pero no puedo dejar de preocuparme por él, ¿sabes?
—Han pasado seis horas —añadió, sus ojos entrecerrados con una incredulidad impotente—. Literalmente. Desde que congeló un volcán después de estrellarse saliendo de una dimensión.
—Podemos acabar con los Fae mañana, Xenon —argumentó, su voz entrecortada—. O pasado mañana. O mejor aún... otro Señor Dragón puede liderar la batalla, y él se queda atrás en el mando.
Sus ojos brillaban, reflejando las emociones bajo la superficie.
—Está herido... no está en su mejor momento. Necesita descanso. Necesita familia. No esto... —su voz vaciló—. No este caos.