Un fuerte aroma golpeó a Neveah primero. Se cernía pesadamente en el aire, algo enfermizamente dulce y floral pero no de manera natural. Se retorcía en la parte posterior de su garganta, cálido y espeso como miel estropeada. No pertenecía al bosque en absoluto. Era algo extranjero. Algo intencional y diseñado para seducir.
Neveah se detuvo justo más allá de la línea de árboles, una mano apoyada en la corteza de un sauce antiguo, su corteza estaba resbaladiza con rocío. Su pulso se aceleró cuando el aroma la golpeó en oleadas. Era incorrecto, pero más que eso, era familiar de una manera que no podía ubicar. Hasta que lo hizo.
—Afrodisíaco.
Y entonces... debajo de eso... había algo más. Un aroma metálico y cobrizo que tampoco pertenecía aquí. Pero la enraizó en el lugar y su corazón se constriñó.
Sangre.
Pero no cualquier sangre. La de él.
—Jian —exhaló.