Los ojos de Luo Bin brillaron con esperanza mientras se volvía hacia Yu Holea. —¿De verdad? ¿Lo tienes? —preguntó con ansias.
Sin embargo, Yu Holea no respondió de inmediato.
En cambio, cruzó los brazos y miró a Luo Bin con una expresión inexpresiva. Después de unos segundos, finalmente habló.
—No —dijo con firmeza—. No te lo daré.
La cara de Luo Bin se congeló. —¿Qué? —preguntó, su voz temblorosa—. ¿Por qué no?
La mirada de Yu Holea no titubeó. —Porque no confío en ti.
La expresión de Luo Bin cambió de inmediato.
Sus ojos se agrandaron y sus labios temblaron como si acabara de recibir un golpe.
Lentamente, se giró hacia su padre, Luo Murong, con el corazón roto.
—Padre... —susurró, con lágrimas formándose en sus ojos.
Luo Murong fulminó con la mirada a Yu Holea.
—Holea, ¿qué te pasa? ¡Bin es mi hija! ¿Por qué estás siendo tan dura con ella hoy?
Yu Holea se mantuvo tranquila.
No reaccionó a su enojo, ni se explicó.