Siguieron caminando por el camino tranquilo, solo el suave sonido del viento los seguía.
—Ella era una mujer joven en aquel entonces —comenzó él—. La bruja de un pequeño pueblo en la montaña. La gente allí no la odiaba ni nada. Algunos estaban asustados, claro, pero otros solo pensaban que era extraña. Tenía magia, pero nunca hizo daño a nadie.
—Un día, un hombre vino de la ciudad. Decía que estaba de paso, pero se quedó más tiempo del necesario. Comenzó a visitar a la bruja todos los días. Los dos se enamoraron. Al menos… eso es lo que ella creía.
Yu Holea frunció el ceño.
—¿Y no era real?
Sun Weitao negó con la cabeza.
—Ella pensó que sí lo era. Él le decía cosas como, «Un día, me casaré contigo», y, «Fuguémonos juntos a la ciudad». Ella confiaba en él con todo su corazón.
—Pero entonces… los atraparon. Algunos aldeanos los vieron juntos en el bosque. Se lo contaron al jefe de la aldea.
Yu Holea entrecerró los ojos.
—Déjame adivinar. Al pueblo no le gustó eso.