—Tú causaste esto, mi Reina.
—¿Yo? —ella lo miró conmocionada—. ¿Usé magia?
—Sí. Usaste inconscientemente tu poder innato del elemento tierra. Tuve que detenerte.
—Usé una magia nueva, no solo sobre flores floreciendo... —murmuró entre dientes, sus ojos brillaban de alegría—. ¿Por qué me detuviste? Esta tierra, yo puedo hacer
—Seren, cálmate. Aún no puedes usar tu propio poder. ¿Acaso no recuerdas lo que mi madre nos explicó antes de irse? Usar una magia desencadenará la otra, y nuestros enemigos nos encontrarán si el fuego infernal dentro de ti se activa nuevamente.
Seren entendió, pero su corazón dolía mientras su vista caía sobre el campo desolado. Su instinto le decía que podía devolverle la vida a la tierra, y era su responsabilidad cuidar de esta tierra.
—Por favor, escucha a tu esposo, Reina Seren, —comentó Yorian mientras él y Cian se acercaban a ellos.
Seren miró con impotencia la vasta tierra muerta. —¿No hay manera?
—Encontraremos una solución, —respondió Yorian.