—Si quieres, siempre puedes hablar con Padre —comentó Cian.
—¿Eh? —Eso volvió a atraer su atención hacia su hermano, sus ojos mostraban inseguridad. Negó con la cabeza—. No es necesario.
—Él es nuestro padre. No tienes que dudar con él.
Seren miró hacia abajo, sin decir nada.
Cian apretó la mano que sostenía mientras la hacía girar—. ¿Qué te impide expresar lo que quieres?
La joven reina levantó la mirada, con los ojos ligeramente húmedos—. Estoy... asustada...
—Simplemente haz lo que consideres correcto. No hay nada que temer. Nuestro padre, él te recibirá con los brazos abiertos. Confía en mí cuando te digo que él te ha cuidado, siempre lo ha hecho. Solo que no ha podido demostrarlo abiertamente.
—¿Por qué? ¿Por qué no podía? —preguntó ella, con la voz entrecortada.