A medida que Edén y Serafina continuaban administrando el Néctar Celestial, la condición de Dominique mejoraba a un ritmo acelerado. El veneno que plagaba su cuerpo fue completamente expulsado, rejuveneciéndola y fortaleciéndola.
Durante este notable proceso, una densa concentración de Qi envolvió a Dominique, infiltrándose a través de sus poros y fluyendo vigorosamente por sus meridianos. Esta energía revitalizó su ser completo, reforzando sus huesos, meridianos, vasos sanguíneos, órganos, músculos y cada otro aspecto de su cuerpo, incluso su cerebro.
La asombrosa transformación le otorgó una fuerza y vitalidad sin precedentes que debería ser casi imposible para alguien en su nivel de cultivación.