Mientras Mira saqueaba sin piedad el jardín, cada planta que arrancaba emitía un suave brillo, resplandeciendo como polvo de estrellas antes de asentarse en su Jardín Infinito. Los efectos de este lugar aún le resultaban surrealistas. Encontraba plantas y hierbas entre Grado Terrenal y Grado Místico, pero las auras que desprendían eran más de lo que cualquier cosa dentro de su propio grado podía producir.
Mientras Elenei se alejaba cada vez más, completamente absorta en absorber las energías, Mira notó una flor particularmente encantadora cerca de un estanque cristalino. Sus pétalos alternaban entre naranja ardiente y azul helado, y en su núcleo, una perla radiante pulsaba con luz. Sin dudarlo, extendió la mano hacia ella. Pero en el momento en que sus dedos rozaron su tallo, una oleada de energía le recorrió.